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Venta de armas y métodos de represión, el gran negocio de Rusia con regímenes autoritarios

*El politólogo Armando Chaguaceda advierte que Rusia ha extendido su esfera de influencia en Latinoamérica a niveles superiores a los que tuvo la desaparecida Unión Soviética.

**Su incidencia va desde lo económico, en países como Brasil; hasta la geopolítica, con Cuba, Venezuela y Nicaragua, como sus piezas de ajedrez.

***La colaboración rusa incluye la enseñanza-aprendizaje de la represión hacia las libertades y derechos de los ciudadanos.


Expediente Público

La presencia rusa en América Latina tiene incidencias diversas en la región, con niveles superiores a las que tuvo en la época de la Unión Soviética. Esas incidencias van desde lo militar a lo económico, pasando por la seguridad y la geopolítica y con claras afinidades a regímenes autoritarios de todos los signos. Así lo advierte el politólogo e historiador cubano, Armando Chaguaceda, en una entrevista con Expediente Público en la que evalúa la influencia rusa en los países latinoamericanos.

“Esa presencia puede tener varias dimensiones, la dimensión económica, venta de diferentes materiales, automotores, aviación y algunos insumos a países de América Latina”, como materias primas y fertilizantes que Rusia exporta en grandes cantidades a países como Brasil, por ejemplo.

También tiene una presencia importante en temas de seguridad y política, venta de armas, de helicópteros con fines militares, independientemente de la orientación ideológica del gobierno. De igual modo exporta métodos de represión en espacios cívicos, explica Chaguaceda.

Armas y represión

Chaguaceda explica que Rusia ha tenido relaciones comerciales de venta de armas o de inversiones en el sector energético con Venezuela.

Venezuela tiene en sus registros 53 helicópteros, todos comprados desde 2005 a la Federación Rusa.

Chaguaceda señala también el caso de Nicaragua, que tiene “una inversión importante pero menor también en cuanto al aparato militar y colaboración con la Policía”.

Nicaragua cuenta con 11 helicópteros rusos operando, todos adquiridos en la era soviética, durante el primer gobierno del régimen sandinista.

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Además, el establecimiento de una base de satélite, seguimiento de satélites y sistema Glonass, de navegación satelital.

“Con Cuba la colaboración militar es menor, porque Cuba en general no compra armas, las moderniza, en su industria militar. Pero hay una cooperación también en términos de técnico militar y seguridad”, advierte Chaguaceda.

Eso lo confirma el portal Infodefensa.com, el cual informó que desde 2016 comenzaron los planes para que la empresa Helicópteros de Rusia estableciera una empresa de mantenimiento, junto a la cubana Tekhnoimport, para reparar helicópteros rusos en la isla. Cuba cuenta con 60 helicópteros adquiridos en la época soviética.

Rusia diferencia la relación por el potencial económico para adquirir o renovar armamentos. De ahí que le da prioridad a Venezuela, luego por lejos a Nicaragua y después a Cuba.

Pero no solo países autoproclamados “socialistas” compran armas a Rusia. También lo hacen algunos de la órbita estadounidense, como México y Colombia.

La Secretaría de Marina de México compró los primeros helicópteros rusos en 1994. Luego, la Armada y la Fuerza Aérea hicieron diferentes adquisiciones hasta sumar 73, según datos de la Secretaría de Defensa de ese país. En Colombia existen 50 helicópteros rusos, 25 de uso civil y los otros de uso militar, según la entidad estatal exportadora de armas rusas Rosoboronexport.

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Pero los lazos, especialmente con los regímenes no democráticos como Venezuela, Cuba y Nicaragua, van más allá de la compra de armas. “Hay una cooperación de seguridad y hay lo que se presume, una cooperación en formación de personal. Es decir, ha habido personal del sistema de justicia de estos países que ha tenido convenios y se han formado en Rusia”, explica el académico Chaguaceda.

Advierte que Rusia tiene una cooperación activa con estos regímenes en campos como la represión en espacios cívicos y libertades públicas.

“Cuando vemos las leyes que restringen el ejercicio de la prensa, de la protesta, las manifestaciones o incluso no leyes, sino por ejemplo la forma de tratar a la oposición, hay extraordinarias similitudes en todos los casos”, subraya.

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“Reciprocidad simbólica” o el patio trasero

Chaguaceda recoge la tesis del académico ruso Vladimir Rouvinsky, autor del recientemente publicado libro “Rethinking Post-Cold War Russian–Latin American Relations” que sostiene que Rusia desde los años 90 quiso recuperar o ampliar su poderío económico y comercial. Sin embargo, desde los 2000 agregó una dimensión para hacer un mundo multipolar.

A esa tesis Rouvinsky la llama “una reciprocidad simbólica”.

“Es decir, tratar de actuar en el patio trasero de Estados Unidos”, como se supone que Estados Unidos actúa en el patio trasero de Rusia, en su espacio cercano.

Se trata de una diversidad de áreas de incidencia, una recuperación y ampliación de penetración superior a los que tuvo en la época de la Unión Soviética, más allá de lo ideológico, pero con componentes políticos.

Con “una lógica de incidencia de América Latina como patio trasero de Estados Unidos, como forma de contrabalancear o cobrar lo que percibe Moscú que hace Estados Unidos en el espacio postsoviético”, expone el académico cubano.

Además, hay una influencia en temas de geopolítica y cultura a través de la presencia de los medios rusos Sputnik y Russia Today “que se han convertido en una fuente importante de información para los públicos latinoamericanos” expone Chaguaceda, quien es uno de los académicos latinoamericanos más notables en el estudio de los procesos de democratización y autocratización en Latinoamérica y Rusia.

Hasta antes que Rusia declarara la guerra a Ucrania, Russia Today y Sputnik habían logrado mucho, al penetrar audiencias en media docena de idiomas, con costos relativamente bajos. Tras la guerra, su difusión ha menguado por el bloqueo a la propaganda prorrusa implementado por decenas de países.

La afinidad autoritaria

Chaguaceda explica que las afinidades ideológicas de Rusia con un sector de América Latina, tanto gobiernos como las sociedades y opinión pública, se puede leer no desde la vieja lógica de Guerra Fría (comunismo versus capitalismo), porque el mundo entero es capitalista en términos económicos. En su lugar hay contraposición de dos formas de entender el orden sociopolítico más que el orden económico.  

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Es decir, existe “una contraposición entre democracia y autocracia como forma de entender el régimen político y también una ideología iliberal”.

Chaguaceda explica que valores liberales como la división en tres poderes (Ejecutivo, Legislativo, Judicial), una sociedad abierta, multicultural y diversa; mercado regulado, distribución de bienes e instituciones representativas, son rechazados por sectores de extrema izquierda y extrema derecha, que privilegian otra forma de orden social, política, más afín a la visión de Rusia.

Es así que Rusia, como régimen conservador, autocrático, personalista, con una visión claramente revisionista e iliberal, atrae tanto a grupos y gobiernos de extrema derecha y extrema izquierda de América Latina.

Uno de los representantes de esa extrema derecha es el presidente brasileño Jair Bolsonaro, quien tiene una gran afinidad con Vladimir Putin. Sucede lo mismo en Europa con las fuerzas xenófobas de extrema derecha.

Esos gobiernos buscan afinidades que pueden ser a partir de la cooperación explícita, pero también a partir de ciertos aprendizajes entre autocracias.

Eso incluye como factor clave “el apoyo, el endoso, a la política exterior de Rusia; y, de Rusia, a la política de estos países en declaraciones mutuas”.

“Es el caso más reciente de la guerra en Ucrania, es esto que llamo una ambigüedad calculada”, en la cual no votaron “completamente contra el consenso de occidente y de buena parte del mundo, de que la guerra es una guerra injusta”, porque los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela son vecinos de una gran potencia. Entonces “si yo estuviera avalando que una potencia puede invadir a un país pequeño, me estoy dando un tiro en el pie”, señala.

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“Entonces no puedo apoyar completamente a Rusia en esto, pero al mismo tiempo voto de manera ambigua para no apoyar a los que la condenan por la guerra en Ucrania. Diría que esta ambigüedad calculada expresa realmente estas afinidades de estos gobiernos, con Rusia”, enfatiza Chaguaceda. 

El caso brasileño

Rusia cultiva muchos tipos de relaciones en América Latina. Incluso, después de la Guerra Fría, tiene “la mayor cantidad de representaciones diplomáticas que ha tenido nunca en la región”, refiere Chaguaceda.

A nivel económico, su principal socio es Brasil, hacia donde envió más de US$5,261 millones en 2021 (1.1% de sus exportaciones totales).

Además, Rusia es para el gigante sudamericano uno de sus principales suministradores de fertilizantes para su industria agrícola, en la que los precios de sus insumos han experimentado importantes aumentos luego de la pandemia y a raíz de la guerra en Ucrania. Esto ha incentivado a Brasil a no condenar la invasión rusa.