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Así son las negociaciones secretas en las elecciones de Honduras

* Las llamadas “misas negras” tienen tres etapas durante los comicios, según analistas consultados.

** El poder de negociación de los partidos se mide según los porcentajes obtenidos en las urnas, lo que en estos comicios perjudicaría al partido oficialista.

*** A pesar de la derrota, el oficialismo aún tiene cartas para negociar, pues controla importantes instituciones.


Expediente Público

En unas elecciones tan reñidas como las actuales, vuelve a tomar fuerza el rumor de que, más allá del conteo oficial, serán las «misas negras» las que finalmente definan al próximo presidente de Honduras. La desconfianza hacia el Consejo Nacional Electoral (CNE) es tan generalizada que solo el partido que resulte vencedor estaría dispuesto a defender la transparencia del proceso.

«Todas las fuerzas políticas deben dialogar con responsabilidad, y cualquier pacto oscuro debe denunciarse», afirmó a los medios Maribel Espinoza, congresista liberal y cercana al candidato Salvador Nasralla, quien, con poco menos del 90% de las actas transmitidas, es superado por menos de un punto porcentual por el aspirante nacionalista, Nasry «Tito» Asfura.

El propio Salvador Nasralla denunció este jueves que, durante la madrugada anterior, se había registrado un «cambio irregular de votos» en el conteo del CNE, luego de que su rival, Nasry Asfura, retomara la delantera en el escrutinio de los comicios del 30 de noviembre.

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A su vez, el designado por Nasralla para supervisar el conteo de las actas, Eduardo Martell, declaró a la prensa: «No estamos peleando contra políticos, sino contra delincuentes», acusando al Partido Nacional de movilizar «a su mafia» dentro del organismo electoral.

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A pesar de los rumores y las declaraciones cruzadas entre los actores en disputa, es difícil encontrar evidencias que confirmen las supuestas «misas negras» que podrían alterar el conteo de votos. Lo que sí está documentado, son los fraudes registrados históricamente, resultado de negociaciones entre distintos actores, no siempre políticos.

Entre esos precedentes destacan los testimonios de narcotraficantes durante el juicio al expresidente Juan Orlando Hernández en Estados Unidos, quienes aseguraron haber comprado a funcionarios electorales para favorecer al Partido Nacional en 2013 y 2017.

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Incluso el expresidente Manuel Zelaya Rosales reconoció en 2008, en una entrevista televisiva, que en Honduras es normal recurrir al fraude y a las prácticas corruptas del sistema electoral para ganar las elecciones. Son esos fantasmas los que vuelven a rondar en el actual proceso.

Para el analista político Manuel Torres Calderón, estos comicios podrían no estar exentos de esas prácticas. «Este proceso electoral es el de menor credibilidad, integridad, transparencia y organización en los últimos 25 años. En la memoria cívica de los hondureños siempre persiste el temor al fraude, a las misas negras, pues el CNE arrastra vicios desde su origen, al ser un órgano partidista”, manifestó a Expediente Público.

Etapas de negociación

Las negociaciones o pactos entre partidos pueden surgir en cualquiera de las tres etapas del proceso electoral. Torres señala que, antes de los comicios, suelen acordar la integración de los actores electorales y las reglas que favorecen sus intereses, como las limitaciones impuestas por el CNE a los observadores electorales para los pasados comicios del 30 de noviembre.

«En esa primera etapa, los cabilderos cuelgan sus vestimentas ideológicas para sacar el mejor provecho de las reglas electorales», comentó el analista.

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Las llamadas «misas negras» también afloran durante el escrutinio. El caso más emblemático resultó en la caída por diez horas del sistema electoral en 2017, un episodio que favoreció al entonces candidato presidente Hernández.

Durante el conteo de los votos, también resurgen denuncias de pactos para beneficiar a determinados candidatos a diputados o alcaldes. «En estos casos, la institucionalidad electoral ha sido utilizada para intervenir en función de esos intereses partidistas», afirmó Torres.

Finalmente, los pactos suelen reanudarse cuando inicia «la transición del traspaso», etapa en la que los partidos con mayor caudal electoral trazan el rumbo político de la institucionalidad, se reparten cuotas de poder y comienzan a desmontar la administración del gobierno saliente.

«En esta fase de transición, se da un reparto de la institucionalidad que, en muchas ocasiones, convierte al Estado en un botín. Ahí la influencia de las élites empresariales también es determinante», añadió Torres.

Por ahora, Honduras permanece en una prolongada etapa de escrutinio. Jorge Yllescas Oliva, protagonista activo en la política con el Partido Liberal y testigo directo de numerosas negociaciones, explicó a Expediente Público que «el poder de negociación de los partidos se mide según los porcentajes obtenidos en las urnas».

Cartas de negociación

Con casi el 90% de las actas transmitidas, el Partido Nacional encabeza el escrutinio con el 40.25% de los votos. Le sigue muy de cerca el Partido Liberal, con 39.41%. Más atrás se ubican el oficialista Libre, con 19.33%; el Partido Innovación y Unidad Socialdemócrata (PINU-SD), con 0.83%; y la Democracia Cristiana, con 0.17%.

Según Yllescas, son los nacionalistas y los liberales quienes llegan con las cartas de mayor peso para negociar. «Si la diferencia entre ganador y perdedor es amplia, la voz del derrotado se reduce», señaló.

De acuerdo con los resultados preliminares, los dos partidos tradicionales serían los grandes ganadores del proceso. En contraste, Libre emerge como el gran perdedor, pues no solo perderá la Presidencia del país, sino también su liderazgo parlamentario, al pasar de 50 a 34 diputados, según los resultados preliminares.

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Independientemente de quién gane la Presidencia, el conteo preliminar indica que los nacionalistas obtendrían 50 diputados y los liberales, 40. Juntos sumarían 90 curules, superando la mayoría calificada de 86. El PINU-SD alcanzaría cuatro escaños y la Democracia Cristiana, dos.

Con 50 curules, los nacionalistas se perfilan como la bancada más nutrida y se posicionan como los árbitros del quehacer legislativo, capaces de decidir la agenda, impulsar reformas constitucionales y determinar el destino de las promesas de campaña.

Sin embargo, los nacionalistas no alcanzarán por sí solos los 65 votos de la «mayoría simple» ni los 86 de la «mayoría calificada», por lo que necesitarán sellar alianzas con otras bancadas. El aliado natural sería el Partido Liberal, con sus 40 diputados.

Los datos preliminares apuntan también a que, de las 298 alcaldías municipales, 68% quedarían bajo control nacionalista, 27% bajo control liberal y solo 4.7% en manos de Libre. Estas son, en esencia, las principales cartas de negociación de los dos partidos tradicionales.

Según Yllescas, los contactos iniciales de las negociaciones ocurren entre los candidatos presidenciales o sus operadores más cercanos, quienes elaboran la agenda de intereses a negociar. «Los candidatos delegan, pero nunca dejan de estar al tanto. En los momentos clave se hacen presentes. Ellos son quienes cierran el trato», explicó.

Cartas de Manuel Zelaya Rosales

La preferencia electoral fue contundente. Ocho de cada diez votantes se pronunciaron contra Libre y su candidata, Rixi Moncada. Para Torres, este revés reduce la capacidad de negociación de su coordinador general, el expresidente Manuel Zelaya Rosales, aunque aún conserva algunos activos relevantes.

Torres destaca que los principales activos negociadores del oficialismo son su representación en el CNE, el control del Ministerio Público hasta 2028, de la Corte Suprema de Justicia hasta 2030 y del Congreso Nacional hasta el próximo 27 de enero, cuando asumirá el nuevo gobierno.

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Además de una posible repartición de cuotas durante el escrutinio, hay otros en juego. «Es habitual que el Congreso saliente apruebe una serie de prebendas y privilegios antes del traspaso de poder», comentó Torres.

El analista se refiere a lo que popularmente se conoce como la «diarrea legislativa», que es cuando el Congreso aprueba en sus últimos días, numerosos decretos, leyes, contratos y reformas. Esto ha ocurrido cada cuatro años.

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En enero de 2014, por ejemplo, se aprobaron, en cuestión de horas, 80 decretos, 20 leyes y 100 proyectos de energía renovable. En enero de 2022, se aprobaron 25 dictámenes de proyectos y amnistías en una sola jornada.

Con estos antecedentes, se prevé que el Congreso saliente, aún controlado por el oficialismo, repita esta práctica, conformando una de las cartas de negociación que Zelaya mantiene sobre la mesa.

Según Yllescas, Libre incluso podría negociar que algunos de sus colaboradores sean nombrados dentro del nuevo gobierno, aunque «esos pactos suelen durar apenas un año, después esos ministros terminan saliendo del gabinete. Esa es la regla», puntualizó.

Libre también deberá negociar el futuro de unos 200 mil simpatizantes que fueron incorporados al aparato estatal en los últimos cuatro años. Pero, con el 10% de las actas por transmitir, cuanto más se debilite Libre en el conteo final, menos serán las concesiones que pueda obtener.

Negociaciones antes de la transición

Una vez concluya el recuento electoral, se abrirá la fase formal de transición entre el gobierno saliente y el entrante. Paralelamente, iniciaría otra transición «a puerta cerrada», en la que operadores nacionalistas y liberales dejen atrás su papel de adversarios para repartirse el poder, señalaron los expertos consultados.

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Para Yllescas, «la primera negociación girará en torno a la integración del Congreso Nacional y su Junta Directiva. Interesa la Presidencia, las vicepresidencias y las secretarías, cargos que inciden en las decisiones».

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Explicó que las negociaciones son profundamente privadas y de carácter prebendario. «No discuten grandes reformas para el país; se negocian beneficios personales o de grupo», puntualizó.

Con una contienda aún en disputa, los términos definitivos de negociación están por definirse. Pero el panorama cambiará en el momento en que uno de los candidatos reconozca el triunfo del otro. «Ese es el banderazo de salida», afirmó Yllescas.

Mientras tanto, las negociaciones giran en torno al escrutinio y aunque no se tengan evidencias al respecto, las «misas negras» están a la orden del día, sobre todo en unas elecciones así de reñidas.