* La campaña del Partido Nacional tiene como eje a Nasry Asfura, un candidato presidencial que carga con cuestionamientos judiciales.
** A diferencia de sus principales contrincantes, su aspirante presidencial prioriza encuentros sin discurso ideológico y con escaso contenido programático.
*** La narrativa del nacionalismo intenta reforzar su identidad como una organización «sólida, unida y resiliente», reivindicando el mote peyorativo de «cachurecos».
Expediente Público
El Partido Nacional (PN) enfrenta el desafío de conservar su base de voto duro en la ruralidad, fe cara a las elecciones generales del próximo domingo, para evitar la migración de sus simpatizantes hacia otras fuerzas políticas o hacia la abstención.
Las encuestas lo ubican entre el segundo y tercer lugar de preferencia. Es posible que el nacionalismo vuelva a cargar con el desprestigio acumulado tras los señalamientos de corrupción, impunidad y narcotráfico que pesan sobre varias de sus figuras.
La estrategia central se orienta a retener a su base, estimada en más de 800 mil votos, según los resultados de las primarias de marzo de 2025. Para ello, la narrativa del partido apela a las emociones antes que a su plan de gobierno, reforzando su identidad como una organización «sólida, unida y resiliente» y reivindicando el mote peyorativo de «cachurecos» como un elemento de orgullo partidario.
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La figura del presidenciable Nasry «Tito» Asfura Zablah, también conocido como «Papi a la orden», es el eje de la campaña. Ingeniero civil, de 67 años, dos veces alcalde del Distrito Central (2014-2022) y empresario constructor, Asfura se presenta como un líder práctico y accesible, más vinculado a la acción que al discurso.
En actos públicos, utiliza la misma vestimenta: pantalón de mezclilla, camisa azul de manga larga y botas de trabajo, un estilo calculado para proyectar sencillez y cercanía.
Su discurso evita la confrontación con adversarios políticos y se apoya en mensajes de tono emotivo que apelan a la unidad y la reconciliación.
En múltiples eventos ha insistido en que su estilo es «trabajar en silencio» y que no busca dividir al país. «No divido, no confronto. En mi corazón no hay odio. Honduras ya está cansada de eso», afirma en sus mítines, en los cuales también habla de fútbol o se baja para abrazar al público.
Sin embargo, su trayectoria política carga con cuestionamientos judiciales. Asfura ha enfrentado procesos legales por presunto uso irregular de fondos públicos mientras fue alcalde del Distrito Central, aunque todos los casos han sido archivados por falta de pruebas o sobreseídos provisionalmente.
El expediente más cercano lo vinculó al supuesto desvío de más de 28 millones de lempiras (US$ 1.07 millones) de fondos municipales. Aunque no fue condenado, el caso sigue siendo utilizado por sus adversarios.

El objetivo principal del PN sería mantener preservar su poder territorial en el Congreso Nacional (en la actualidad tiene 44 de 128 legisladores) y en las alcaldías municipales (en las pasadas elecciones ganó 139 de 298).
El orgullo del legado y el peso del descrédito
Fundado en 1902, el Partido Nacional es junto al Partido Liberal uno de los partidos tradicionales de Honduras. Ha gobernado el país durante 25 períodos, entre doce mandatos constituciones y trece gobiernos de facto o provisionales.
Su identidad política se ha construido históricamente sobre estructuras de poder territorial, un liderazgo caudillista y un discurso conservador, elementos que hoy resurgen en su campaña como símbolo de continuidad y orden.
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El PN no esconde su conservadurismo, lo presume. En sus redes sociales oficiales, evoca figuras históricas como el primer mandatario golpista del siglo pasado, Manuel Bonilla, su fundador y primer presidente nacionalista; y a Tiburcio Carías Andino, un dictador que gobernó durante 16 años (1933-1949).
El nacionalismo también pregona figuras como la de Rafael Leonardo Callejas (1990-1994), quien impulsó reformas neoliberales y murió en 2020 mientras enfrentaba cargos por corrupción en Estados Unidos. Aparece también Porfirio Lobo Sosa (2010-2014), vinculado públicamente a casos de corrupción y narcotráfico.
Al mismo tiempo, la propaganda digital incorpora imágenes de figuras recientes que han sido cuestionadas por presunta corrupción y abuso de poder, como Reinaldo Sánchez, Gladis Aurora López, David Matamoros Batson y el expresidente Juan Orlando Hernández (2014-2022), condenado por narcotráfico en Estados Unidos. También figura el exministro Ebal Díaz, quien huyó a Nicaragua en 2022 tras ser investigado por corrupción.
El historiador Rolando Sierra, director de FLACSO-Honduras, interpreta esta estrategia como síntoma de crisis interna.
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«Cuando un partido político invoca a figuras del pasado significa que en el presente no tiene liderazgo suficiente” sostuvo Sierra a Expediente Público.

También advirtió que el PN debe enfrentar al «factor Anti-JOH», una resistencia a los ocho años de gobierno de Juan Orlando Hernández (JOH), marcados por denuncias de fraude electoral, corrupción y narcotráfico.
Lo anterior, según el académico, sigue generando rechazo incluso dentro de las propias bases nacionalistas, especialmente entre votantes jóvenes y urbanos.
La trayectoria azul en disputa
Estos comicios son los primeros en que el PN participará como oposición, en los últimos 16 años. En total, disputará más de tres mil cargos, entre los que destacan la presidencia y dos designaciones, 128 diputaciones al Congreso Nacional, 20 al Parlamento Centroamericano, 298 alcaldías municipales, entre otros.
Los resultados de las primarias de marzo de 2024 reforzaron el mensaje interno de cohesión partidaria nacionalista, al obtener la mayoría de los votos válidos (825,256) entre los tres partidos participantes. El partido oficialista Libertad y Refundación (Libre), quedó en segundo lugar (721,783), por encima de los liberales (656,741).
Además, el nacionalismo obtuvo el menor porcentaje (28%) de votos nulos y en blanco, un indicador de disciplina electoral.
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Durante la era democrática iniciada en 1981, el PN ha mantenido una posición relevante en el Congreso. Alcanzó mayoría legislativa absoluta en 1989 y 2009, y logró controlar el Legislativo durante los dos períodos consecutivos de Juan Orlando Hernández.
En 2017, el nacionalismo alcanzó el récord histórico de votos, con 1.4 millones, solo superado por Libre, en 2021, con 1,7 millones. Aquella cifra, sin embargo, fue empañada por las acusaciones de fraude electoral para reelegir a Hernández.
Su mayor fortaleza ha estado en los municipios. Entre el 56% y el 68% de las alcaldías han sido históricamente administradas por nacionalistas, lo que refleja la importancia de capitalizar el respaldo rural, principal fuente de su voto duro.
El voto rural como bastión histórico
Desde su fundación, el PN ha cultivado una alta presencia en las zonas rurales (43% de la población hondureña), donde ha consolidado liderazgos locales y redes de organización política.
A pesar de que la población rural en Honduras es menor a la urbana, las cifras del CNE muestran que su peso electoral asciende al 52%. Esto se explica porque tiene una menor migración y abstencionismo.
Sierra sostiene que el PN mantiene su poder en los municipios con mayor índice de pobreza, con bajos niveles educativos y fuertes estructuras clientelares. «Su política caudillista impacta más y se reproduce en estos territorios», afirmó.
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En la presente campaña, el nacionalismo también intenta trasladar su voto rural hacia los centros urbanos más importantes del país, aprovechando los procesos de migración interna de las últimas décadas.
Cercanía antes que propuestas
En sus recorridos de campaña, Nasry Asfura prioriza encuentros comunitarios sin discurso ideológico y con escaso contenido programático. Su exposición pública se apoya más en gestos que en propuestas, abrazando personas, compartiendo comidas, bailando en eventos comunitarios y ofreciendo mensajes breves centrados en el «trabajo» y la «unidad».
Aunque el candidato no ha presentado un plan de gobierno, reitera la idea de «regresar al campo», mediante un programa que incluiría la entrega de maquinarias de agrícolas.
El engranaje territorial del PN se articula a través de 289 comités locales de campaña y 16 comités departamentales, que coordinan la logística en cada visita del candidato.
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Asfura suele ingresar a las comunidades conduciendo su camioneta Toyota Sequoia negra, modelo 2009, lo que afianza su narrativa de cercanía y sencillez.
«Conozco Honduras desde el volante, no desde un helicóptero», ha dicho en diferentes mítines, en contraposición a otros candidatos, quienes habitualmente se trasladan por aire.
Un discurso emocional
La campaña nacionalista distribuye roles comunicacionales de forma estratégica. A Asfura le corresponde la voz emocional, mientras que los congresistas y alcaldes asumen la confrontación política.
En entrevistas preparadas para redes digitales, el candidato presidencial responde preguntas de tono sensible. En uno de sus videos más vistos, se muestra conmovido cuando habla sobre pobreza, migración y rezago social.
En la línea de confrontación, Tomás Zambrano, jefe de la bancada nacionalista en el Congreso Nacional, lidera los pronunciamientos contra el gobierno de Libre.
Según Sierra, esta división responde a una estrategia calculada. «El candidato no tiene un discurso constante ni sólido. Para evitar errores o contradicciones, el partido reparte los roles discursivos y reserva las posiciones más duras para dirigentes con mayor experiencia política», explicó.
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Hay también mensajes partidarios, donde se propone al elector a una encrucijada ideológica, entre la izquierda y la derecha. La primera caracterizada por la «miseria, el hambre y la muerte» y la segunda, por «la libertad, el trabajo, la democracia y la educación». Venezuela es el espejo del modelo que los nacionalistas invitan a rechazar.
Campaña digital
A diferencia de campañas anteriores, la propaganda del PN es menos visible en calles, carreteras y medios tradicionales. Ahora prioriza el terreno digital, aunque con presencia moderada. El partido cerró su sitio web en septiembre y habilitó un canal de WhatsApp para su censo interno, especialmente dirigido a jóvenes.
Sus cuentas en Facebook (pnhonduras), Instagram (@pnh_oficial) y TikTok (@pnh) son sus principales plataformas digitales. A mediados de octubre de 2025, la primera registraba 187 mil seguidores, la segunda 29,800 y la tercera 15,700.
No se observa una segmentación definida de mensajes para cada plataforma. Los mismos videos se replican en todas las cuentas. Tampoco hay esfuerzo por posicionar propuestas programáticas o técnicas.
En interacción digital, los contenidos emotivos superan a las publicaciones temáticas. Uno de los videos más viralizados muestra a Asfura entregando dos pelotas de fútbol a un grupo de niños. Ese video alcanza las 16 mil vistas y acumula más de 279 mil «me gusta» en TikTok. En contraste, los pocos contenidos relacionados con economía, empleo o seguridad registran menos interacción.
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Cuánto gasta el PN en campaña es algo que se desconoce, ya que la Unidad de Financiamiento, Transparencia y Fiscalización de los Partidos Políticos (UFTF) informó que no cuenta con presupuesto para auditar el gasto electoral de 2025. Sin embargo, el techo fijado para la campaña presidencial es de 509 millones de lempiras (US$ 20 millones).
Al interior del PN persiste la duda si les será suficiente apelar a la lealtad partidaria para contrarrestar las denuncias de corrupción y narcotráfico. Se preguntan si tendrán la capacidad para movilizar a sus bases como cuando estaban en el poder. Las respuestas se conocerán el domingo.