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En Honduras ellas y ellos vieron las oportunidades en medio de la crisis

** Pese a las proyecciones negativas de la economía, estos hondureños no han bajado los brazos y ponen todo su esfuerzo e inteligencia para  seguir adelante en sus emprendimientos 


Pese a las proyecciones negativas que apuntan a la pérdida de miles de empleos y a la formación de ejércitos de nuevos pobres, hay hondureños que se niegan a aceptar el veredicto de los expertos en economía y realizan enormes esfuerzos para salir adelante en medio de la pandemia. 

Desde un contador que toda su vida pasó desarrollando programas de computadora y ahora busca ser “el señor de los limones”, hasta una adolescente que convirtió el negocio de su padre en una tienda en línea, pasando por un cafetalero que desde las montañas del occidente de Honduras envía sus granos a Europa, todos tienen algo en común: nunca bajaron los brazos durante estos 7 meses de cuarentena, toques de queda y cierre de negocios. 

DE INFORMÁTICO A AGRICULTOR 

A sus 53 años recién cumplidos, José Ramón Veliz ha pasado los últimos 30 desarrollando y vendiendo programas de computadoras para restaurantes, hoteles y constructoras. En la secundaria estudió contaduría, pero en lugar de resignarse a vivir con la cabeza metida entre libros contables, consiguió empleo para una empresa que se abría paso en el incipiente (en aquel entonces) mundo de la informática.  

Allí recibió cursos que le permitieron profundizar sus conocimientos, al grado que en el 2000 se decidió a fundar su propia empresa de desarrollo de software, particularmente de servicios contables para las empresas. En un mundo cada vez más digitalizado, confiesa que le ha ido bien, al grado de poder dar lo necesario a sus cuatro hijos y a su esposa. 

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Sin embargo, con la cuarentena decretada a partir del 15 de marzo, los primeros negocios en cerrar fueron los restaurantes y hoteles, sus clientes principales, con lo que sus ingresos descendieron en un 80 por ciento. 

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Mientras miraba cómo las deudas de vivienda, préstamos y servicios públicos se iban acumulando, recibió una llamada de un amigo que se dedica a la agricultura. “Hey Véliz, fijate que tengo allí un lote de sandías ¿no las querés? Te las doy así, en consignación. Ahí las vendes. Yo le dije ‘bueno, dámelas. Si no te tengo que pagar nada, dámelas. Ahí yo veo que hago’”.  

Ante la imposibilidad de salir de su colonia a causa de las restricciones de movilización, las tendieron en el patio de su casa, a la vista de los vecinos que cada vez que pasaban se llevaban una o dos, para sofocar el calor de aquel abril atípico.  

“Las vendimos todas y nos fue bien. En término de unos tres días habíamos vendido las 50 sandías, sin movernos de la casa y sin haber pagado nada”, relata Véliz. 

Recuerda haber llamado a su amigo para pedirle que pasara por su parte del dinero y preguntarle si tenía más sandías para seguir vendiendo. “No, me dice. Ese era un lote que se me había quedado, pero tengo limones, aguacates, papayas y ayotes. Si querés te llevo a tu casa todo esto y a ver qué pasa. Le digo: ‘dámelo en consignación y no hay problema’. Me surtió y empezamos a vender”. 

Tras esas dos experiencias, que le permitieron a su familia acceder a recursos para sufragar algunos gastos, surgió lo que él vio como una gran oportunidad. “Este amigo me llama y me dice: fijate que hay una oportunidad de negocios, porque yo veo que a vos la agricultura te va, que vos vendés. Aquí hay una señora que está vendiendo cuatro manzanas de tierra ¿te interesaría?”. 

Después de comentarlo con su esposa, quien no estaba muy convencida porque no contaban con dinero suficiente, salió a vender su camioneta y con el dinero compró la tierra, que ya estaba sembrada de maíz, frijoles y 50 limoneros.  

Permitió que los anteriores dueños recogieran los granos básicos, y él se dedicó a vender limones, que estaban en temporada. Primero vendía entre sus amigos y conocidos en pocas docenas, pero un día se fue al portón de la Central de Abastos de San Pedro Sula (252 kilómetros al norte de Tegucigalpa) con un carro cargado con 15,000 limones. A la Central de Abastos llegan los comerciantes de toda la ciudad a comprar directamente a los productores. 

En los días subsiguientes llevaron cargas de 10,000 o 12,000 limones. Relata que, a diferencia de las grandes empresas que suelen pedir hasta 30 días de crédito, allí al nomás bajar los limones les soltaban el efectivo. “Ah, dije yo, aquí está bonito, aquí si me gusta a mí, aquí está el negocio”. 

Les fue tan bien que ya están trabajando en sembrar, este año y el próximo, mil limoneros, en diferentes etapas, para que haya producción la mayor parte del año y ha entablado pláticas para venderle a un supermercado. Además, en noviembre realizará la siembra de postrera de maíz, con lo que piensa contratar alguna mano de obra local. 

Pero no todo es negocio. Parte de los recursos obtenidos los destinó a celebrar el Día del Niño en la escuela de la comunidad (en Honduras es el 10 de septiembre) y está comprometido a arreglar el techo del centro educativo, pues cuando llueve todo se moja.  

Véliz está seguro que a principios de 2021 volverá a recuperar su negocio de venta de software, pero ya no piensa soltar los lazos que lo unen a la tierra. “Jamás se me hubiera ocurrido que iba a estar en este momento vendiendo limones. Hoy le digo a la niña: mirá, vamos a llegar en un momento a ser el señor de los limones”. 

CAFÉ PARA EL MUNDO 

A sus 62 años y después de criar 11 hijos, don Narciso Arita Díaz es feliz trabajando la tierra y produciendo con sus recias manos los mejores granos de café orgánico que son vendidos en Holanda, Alemania, Estados Unidos e incluso un país que algunas veces tiene dificultades para recordar su nombre: Australia. 

Residente en la aldea El Rosario, en la zona montañosa del municipio de Santa Rita de Copán (a 400 kilómetros de Tegucigalpa, en el occidente de Honduras), recuerda que sus primeros años como agricultor por cuenta propia los dedicó a los granos básicos, hasta que allá por 1988 le halló el gusto al café. 

Desde entonces ha sido un largo camino hasta convertirse en exportador. Hace 30 años el café era un cultivo como cualquier otro, con una rentabilidad mínima y a veces reportando pérdidas a causa de los bajos precios. A finales de los 90 una grave crisis hizo que muchos productores dejaran perder sus cosechas y buscaran nuevas formas de hacer las cosas. Así surgieron los cafés especiales -de altura y orgánicos-, exportables gracias a su alta calidad. 

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En el año 2000, en Santa Rita, se formó la Cooperativa de Ahorro Productores de Café Limitada (Coaprocl), a la que don Narciso se unió hace 14 y en la cual ocupa actualmente el cargo de secretario de la junta de vigilancia. A lo largo de los años, la gran mayoría de sus 43 socios han logrado obtener varios certificados por producir café orgánico, libre de químicos, lo que les ha permitido exportar a Europa y Norteamérica. 

Así que después de años de trabajo duro y muchas crisis superadas, don Narciso se decidió a enfrentar la pandemia de la única manera que conoce: trabajando la tierra sin descanso, aún a sabiendas que el mercado no sería igual.  

Los 43 socios de la cooperativa lograron producir dos contenedores y medio de café, aunque solo pudieron exportar uno. El resto lo vendieron a intermediarios hondureños. 

Pero con pandemia o no, los cooperativistas siempre están buscando innovar, producir más y mejor, y vender, seguros que superarán esta crisis como lo han hecho siempre. “Mis compañeros están siempre en reunión. Incluso este año el café que exportaron lo vendieron con otra cooperativa que tiene el proceso de exportación. Ellos los motivaron a implementar otros mecanismos para ir mejorando el sistema de comercialización, y el tratamiento de la producción”, refiere don Narciso. 

Además, han comenzado a empaquetar café bajo la marca “Guacamaya”, símbolo mítico de los mayas que poblaron esa región de Honduras hace 1,000 años. Con la ayuda de amigos y parientes han comenzado a venderla en mercados locales, satisfechos de que alguien podrá disfrutar el aroma y la pasión que produce la tierra en una esquina de Honduras. 

EMPRENDEDORA A LOS 18 

Cuando inició la pandemia en Honduras, Yaheli Sarahí Jordán estaba terminando su primer trimestre de Mercadotecnia y Negocios en una universidad privada de San Pedro Sula. 

De repente todo su mundo cambió. Además de comenzar a recibir clases vía online y del encierro, el negocio de su padre comenzó a decaer. Hace muchos años don Marcos Jordán, de 41 años, trabajó en la industria maquiladora de ropa, donde aprendió diversas técnicas de costura y el uso de máquinas de coser. Con ese conocimiento, hace unos 8 años decidió emprender en la fabricación de uniformes para escuelas, colegios, iglesias y empresas.  

Pero la cuarentena cerró todo, y el uso de uniformes pasó a segundo plano por lo que los ingresos bajaron a cero. “Estuvimos en un período en que estábamos preocupados porque no había clientes, no había que vender” relata esta jovencita de 18 años. 

Angustiadas por la falta de trabajo de sus padres y, conscientes que había responsabilidades financieras que cubrir, Yaheli y su hermana Shaiel Esther, de 15 años, pensaron en qué podían hacer para ayudar con los recursos que ya tenían: el conocimiento de sus padres en temas de costura, máquinas de coser, algo de materia prima… y las redes sociales.  

Fue así que dejaron a un lado la formalidad de los uniformes y comenzaron a fabricar camisas, camisetas, suéteres y gorras, todo personalizado al gusto del cliente, quien puede solicitar que le borden o impriman sus nombres, personajes favoritos, una frase e incluso la silueta de parejas de enamorados a partir de una fotografía.  

Para ofrecer sus productos, las muchachas crearon páginas en Facebook e Instagram bajo la marca “Tshirtshnd” y comenzaron a vender, primero en pequeñas cantidades pero más recientemente, a medida que la economía se ha ido abriendo, a clientes mayoristas, en varios departamentos del país.   

Ahora mismo están ofreciendo precios especiales a emprendedores como ellos que quieran distribuir sus productos y así obtener un beneficio mutuo.  

Dice que incluso le han hablado del extranjero “preguntándome precios. Tal vez en un futuro podríamos llegar a nivel de Centroamérica y después a nivel internacional”. 

Recomienda “hacer un buen uso de las redes sociales. En las redes sociales está la clave. Ahorita, por la situación, las ventas van a ser en línea. Entonces, no hay que pensar en la situación que estamos pasando ahorita, hay que ver alternativas, qué podemos hacer para salir adelante y buscar ideas, no tener miedo a crear una página y hacer algo que le gusta hacer”.