* La visita de Milei a Washington busca oxígeno financiero, obligándolo a equilibrar el rescate de EE. UU. con la política exterior de Argentina con Pekín.
** Michael Shifter, profesor de la Universidad de Georgetown, y Douglas Farah de IBI Consultants ven un plan improvisado de Milei.
Natalia Díaz
Especial para Expediente Público
El presidente argentino Javier Milei se prepara para ser recibido por Donald Trump en la Casa Blanca en su primera visita oficial a Washington DC, en medio de un salvataje financiero inédito de US$20.000 millones anunciado por el Tesoro estadounidense. Pero detrás del gesto, en un contexto electoral de medio término en Estados Unidos, se libra una disputa más profunda: la redefinición del mapa geopolítico en América Latina.
El viaje de Javier Milei a Washington no solo busca oxígeno financiero para una economía en crisis, sino también consolidar su lugar dentro del bloque ideológico que encabeza Donald Trump. Sin embargo, el respaldo del Tesoro estadounidense a la Argentina trasciende lo económico: es un movimiento que refleja la competencia estratégica entre Washington y Pekín por influencia en la región.
La intervención del Tesoro, la caída del dólar paralelo y las promesas de nuevas inversiones
marcan el inicio de un periodo nuevo, con Argentina como escenario de la rivalidad entre Estados Unidos y China.
Suscríbase al boletín de Expediente Público y reciba más información
En este contexto, dos especialistas en la política hemisférica, Michael Shifter, exresidente de Diálogo Interamericano y profesor de la Universidad de Georgetown, y Douglas Farah, fundador de IBI Consultants, analizan las motivaciones, los riesgos y las consecuencias de este nuevo acercamiento de la Casa Blanca, en un tablero donde la ideología y la economía se entrelazan con la competencia entre potencias.
Una alianza en clave ideológica y estratégica
La visita de Milei a Washington con un objetivo doble: consolidar su alineamiento con Estados Unidos y garantizar respaldo para su programa económico, marcado por la recesión, la falta de divisas y la urgencia de llegar a las elecciones de medio término con algo de oxígeno.
El anuncio del rescate financiero, liderado y comunicado hasta ahora por el Secretario del Tesoro, Scott Bessent, encendió alarmas en Pekín. Bessent, uno de los hombres más cercanos a Trump, aseguró que Milei “tiene el compromiso de sacar a China de la Argentina”. La frase sintetiza el nuevo enfoque de la Casa Blanca: premiar a los aliados ideológicos y presionar para limitar la influencia china en sectores estratégicos del Cono Sur.
Lea: China Index: Pekín afianza su poder en Argentina
Sin embargo, la asistencia económica genera controversia también en Washington.
En las últimas horas, el bloque demócrata del Senado presentó un proyecto de ley, la “No Argentina Bailout Act”, impulsada por Elizabeth Warren y respaldada por legisladores como Tim Kaine, Bernie Sanders y Cory Booker, que busca impedir que el secretario del Tesoro utilice el Fondo de Estabilización Cambiaria para ejecutar rescates financieros.
Mientras, desde el sector demócrata sostienen que el paquete no tiene como objetivo principal estabilizar la economía argentina, sino proteger los intereses de grandes fondos privados estadounidenses, como BlackRock, Fidelity y Pimco.
La mirada de Washington: seguridad y contención
Estados Unidos observa con creciente preocupación la expansión de China en América Latina, especialmente en infraestructura crítica y tecnología de doble uso (civil y militar). En Argentina, la base espacial de Neuquén, conocida como la “Estación de Espacio Lejano” y operada por la Administración Nacional del Espacio de China (CNSA), la agencia espacial estatal china, bajo un acuerdo firmado en 2014, sigue siendo un foco de inquietud para el Pentágono.
China también participa en proyectos en energía, infraestructura y minería heredados de gobiernos anteriores continúan en ejecución: las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic en Santa Cruz, la participación china en la explotación del litio del norte argentino y los acuerdos tecnológicos con Huawei y ZTE para redes 5G son ejemplos de una relación pragmática que trasciende los discursos ideológicos.
En los últimos meses, el gobierno argentino buscó señales de acercamiento a Washington: respaldo en foros multilaterales, alineamiento discursivo con la política exterior de Trump y la exploración de un eventual acuerdo financiero con la Reserva Federal que podría reemplazar el swap chino.
Este último, un acuerdo financiero que permite al Banco Central argentino intercambiar pesos por yuanes, refuerza las reservas internacionales y ofrece liquidez en momentos de tensión económica. Funciona como una línea de auxilio disponible para operaciones de comercio exterior o para estabilizar el mercado cambiario.
Puede interesarle: Milei y la China comunista: un encuentro con la realidad comercial argentina
El swap se firmó originalmente en 2009 y fue renovado varias veces; la última activación significativa corresponde a USD 5.000 millones, vigente hasta 2026, aunque puede extenderse por acuerdo mutuo entre ambos países.
La búsqueda de respaldo estadounidense se da en este contexto de dependencia parcial del financiamiento chino y refleja la tensión entre mantener relaciones estratégicas con Pekín y abrir nuevos espacios de cooperación con Washington.
Un tablero en movimiento
El viaje de Milei ocurre sobre el cierre de la campaña electoral de medio término, con una economía en recesión, inflación persistente y tensiones sociales crecientes. En este escenario, el alineamiento con Trump tiene también una lectura interna: reafirmar el perfil ideológico del presidente ante su base y proyectar liderazgo internacional en medio de la fragilidad económica.
Sin embargo, el margen de maniobra de Argentina es limitado. China sigue siendo el principal socio comercial del país después de Brasil, y su rol como acreedor e inversor resulta insustituible en el corto plazo.
Washington, por su parte, pareciera que a cambio del acuerdo que no es oficial exigiría señales concretas: revisión de acuerdos y garantías de que Buenos Aires no actuará como puerta de entrada para los intereses estratégicos chinos en la región.
Además: China y Argentina en la nueva era de Javier Milei
En una reciente entrevista con Fox News, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, subrayó que el presidente Milei está comprometido en reducir la presencia de China, destacando que la administración busca limitar la expansión de la influencia china en América Latina.
El 11 de octubre, el portavoz de la Embajada de China en Argentina respondió con dureza las palabras de Bessent. En un comunicado, advirtió que “Estados Unidos debe entender que América Latina no es su patio trasero”, un lenguaje que remite a la Guerra Fría y revela el trasfondo geopolítico de la disputa.
“Esta cooperación”, añadió el comunicado, “siempre se ajusta a las necesidades e intereses estratégicos de ambas partes. Estados Unidos, en cambio, se dedicó durante años a imponer su hegemonía y controlar a los países de la región, siendo evidentes sus actos de bullying y dominación¨.
Las motivaciones de Washington
Para Michael Shifter, expresidente y Senior Fellow de Diálogo Interamericano y profesor de la Universidad de Georgetown, el rescate financiero de Estados Unidos a la Argentina responde más a un cálculo político y económico inmediato que a una estrategia estructural para contener la influencia china en la región.

En declaraciones a Expediente Público, el analista considera que Washington busca estabilizar los mercados y apuntalar la agenda de reformas de Javier Milei. Sin embargo, advierte que este respaldo no sienta un precedente regional ni implica un cambio de rumbo duradero en la política estadounidense hacia América Latina:
“El rescate a Argentina por el Tesoro de Estados Unidos se debe a una serie de factores. El motivo de contrarrestar la presencia de China juega un papel, pero no es el factor más importante”, afirmó.
De interés: China en Argentina, la “neocolonización” que arrasa con todo
Shifter a su vez analiza la coyuntura política interna del momento como ¨delicada¨ y no cree que esto indique algo que pueda replicarse en otros países de América: “El timing es crucial: es un respaldo político a un aliado ideológico de Trump semanas antes de las elecciones de medio término.
Pero el impacto real está por verse. Trump ha pagado un costo interno por esta decisión, que ha generado rechazo incluso entre los productores de soja y parte del movimiento MAGA.”
“Para desplazar a China como socio estratégico de Argentina o de otros países latinoamericanos, Estados Unidos necesitaría adoptar una política comprometida y positiva hacia la región, enfocada en una agenda económica de inversión y comercio. Sin embargo, esa opción va en contra de la idea de ‘América Primero’, que domina la política estadounidense por ahora”, agrega.
Los intereses detrás del apoyo
Para Douglas Farah, fundador y presidente de IBI Consultants, con más de tres décadas de trabajo de campo en América Latina como periodista y académico, el respaldo financiero de Estados Unidos al gobierno de Javier Milei no responde a una estrategia regional coherente, sino a una movida política y económica. En diálogo con Expediente Público reflexiona acerca de lo que hay detrás del salvataje:
“Estados Unidos ha sido muy lento en reaccionar u ofrecer alternativas a lo que China trae a la mesa en América Latina. Como la administración Trump no tiene realmente una estrategia coherente ni a largo plazo, esta oportunidad fue improvisada para proteger a amigos inversores de Trump y del secretario del Tesoro, Scott Bessent, abriéndoles las puertas a Milei”.
El experto agrega que el descontento interno en EE. UU. podría condicionar la política exterior: “Para desplazar a China haría falta una estrategia de largo plazo, con objetivos mucho más amplios que los actuales. China tiene herramientas para presionar y una planificación sólida”, reflexiona.

A su vez agrega que esta maniobra puede darle un respiro a Milei, pero a un costo político alto para Trump y su base MAGA, que no ve con buenos ojos destinar dinero a la Argentina en medio de los recortes presupuestarios internos. ¨Solo podría marcar un precedente en países leales a Trump y con fuertes intereses de inversionistas estadounidenses. En ese sentido, es una decisión puramente transaccional: pocos países tienen algo que ofrecerle a Trump a cambio de su apoyo” dice.
El salvataje: entre la economía y la geopolítica
El paquete de asistencia aún no fue presentado oficialmente, pero queda claro que es una medida para estabilizar los mercados y reforzar la agenda de reformas del gobierno libertario.
El ministro del Interior, Guillermo Francos, el 10 de octubre en una entrevista radial intentó desactivar la polémica generada con el país asiático. “No creo que el acuerdo sea para excluir a China de la Argentina” y agregó que aún no había tenido acceso al acuerdo formal entre Argentina y EE. UU., ya que hasta el momento solo se habían conocido “comentarios preliminares” sobre el contrato.
Sin embargo, fuentes del Palacio de Hacienda admitieron a Expediente Público que la presión estadounidense apunta justamente a revisar el swap de monedas con el Banco Popular de China, por US$5.000 millones, renovado hasta 2026 y hoy vital para el Banco Central.
La intención del Tesoro sería ofrecer, en el mediano plazo, mecanismos financieros alternativos vinculados a la Reserva Federal o al FMI, aunque esos canales aún no están definidos.
A dos puntas
La visita de Milei busca proyectar una imagen de alineamiento total con EE. UU., pero su margen de maniobra es estrecho. La economía argentina también depende de los yuanes del swap y de las exportaciones hacia Asia.
Si el gobierno decide romper o reducir esos vínculos, necesitará fuentes alternativas de financiamiento inmediato, algo que Washington aún no garantizó.
El viaje oficial a Washington simboliza el intento de Javier Milei de consolidar su lugar en el mapa de la derecha global, bajo el amparo de Trump. En el corto plazo, el salvataje estadounidense le da aire a un gobierno debilitado por la crisis. En el mediano plazo, Argentina corre el riesgo de convertirse en el foco de una nueva competencia geopolítica, un escenario que su economía actual tiene pocas posibilidades de afrontar.
China no se retirará fácilmente del escenario y Estados Unidos todavía no ha demostrado tener un plan regional más allá del gesto político.
Entre Washington y Pekín, entre la ideología y la necesidad, la Argentina de Milei navega un equilibrio cada vez más frágil, en una región donde los rescates siempre tienen un precio.
En los próximos días será clave conocer los detalles del acuerdo alcanzado con Estados Unidos y las condiciones que acompañan ese respaldo, que podrían definir el verdadero costo de esta nueva etapa en las relaciones exteriores argentinas.