*El partido oficialista resucita las tensiones ideológicas de la «guerra fría» centroamericana para buscar quedarse en el poder.
** Libre ha puesto en marcha un «ejército» digital con bots, empleados públicos y militantes.
*** La campaña de Libre combina populismo, moralismo y estrategia digital para fomentar una división entre el «pueblo» y las «élites».
Expediente Público
El oficialista Partido Libertad y Refundación (Libre) ha apostado por una campaña populista, emocional y confrontativa en la recta final del proceso electoral hondureño, con Rixi Moncada al frente de la fórmula presidencial. En juego está la continuidad del proyecto político de los Zelaya.
Además de elegir al sucesor de la presidenta Xiomara Castro, esposa de Manuel Zelaya Rosales, unos 6.5 millones de electores están llamados a las urnas para renovar 128 escaños del Congreso Nacional, 298 corporaciones municipales y 20 diputaciones al Parlamento Centroamericano (PARLACEN).
La contienda presidencial enfrenta a la oficialista Moncada contra Salvador Nasralla (Partido Liberal) y Nasry Asfura (Partido Nacional), en una especie de reedición de la vieja disputa entre socialismo y anticomunismo que marcó a Centroamérica en la década de 1980.
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Mientras la candidata oficialista se presenta como la alternativa socialista al neoliberalismo y asegura ser la defensora del pueblo frente a la oligarquía, Nasralla ondea la bandera del anticomunismo y la libre empresa, mientras que Asfura apela al conservadurismo moral, enarbolando los valores de «Dios, patria y familia».
Para el analista político Manuel Torres, el debate ideológico ha sustituido al debate programático en esta campaña electoral, sobre todo en la esfera digital. «Las redes sociales han convertido a los políticos en objetos de consumo y a los ciudadanos en simples audiencias», afirmó a Expediente Público
Populismo y polarización
Rixi Moncada se presenta como continuadora del proyecto de «refundación nacional» del expresidente Manuel Zelaya Rosales, apelando a una narrativa de confrontación ideológica y defensa de lo público frente a lo privado.
Asume con orgullo el calificativo de «comunista» que le lanzan sus adversarios y lo convierte en un estandarte de identidad política. En sus discursos, sostiene que el «pueblo» debe impedir el retorno de la derecha al poder y promete profundizar la redistribución y las políticas sociales.
«Nos llaman comunistas, pero estos comunistas han hecho la inversión pública más grande en la historia de Honduras. Mientras ellos aumentaron la pobreza, nosotros apoyamos el campo, la educación, el deporte y llevamos energía gratuita al pueblo», afirmó Moncada en uno de sus mítines.
Su discurso, más que persuadir, busca disciplinar a sus bases, reforzando la división moral entre los «poseedores» y los «desposeídos». Este maniqueísmo populista apela a la emoción antes que a la razón crítica, articulando un relato de lucha popular frente a un enemigo difuso como las «élites».
Ella, por supuesto, se coloca dentro de los desposeídos. «Soy hija de la escuela, colegio y de la universidad pública. Vamos a demostrarle a esa élite que iremos a tocar las puertas de su corazón endurecido», dijo en un encuentro con sus bases.
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La académica y analista política Yanivis Izaguirre considera que la candidata está construyendo «un ejército digital» que replica consignas, neutraliza críticas y difunde mensajes ideológicos simplificados.
«No explica cómo cumplirá sus promesas porque su estrategia no es racional, sino emocional. Es una comunicación hipodérmica con la que quiere meter el mensaje en la piel del electorado», afirmó Izaguirre a Expediente Público.
Para la analista, Moncada busca disputar el terreno moral frente al empresariado y el emocional ante un electorado desilusionado y empobrecido. Su retórica interpela directamente al resentimiento y la deuda social acumulada, articulando una alianza entre funcionarios, clases medias endeudas y votantes con herencia antielitista.

Para llegar al electorado, desde el inicio de la campaña, el 1 de septiembre, Moncada ha atacado al sistema financiero y empresarial, identificándolos como los adversarios del pueblo.
«¿Ustedes creen que la élite ha logrado su dinero trabajando y sudando la gota gorda como ustedes en el campo? ¿Saben cómo lo han hecho? Cobrándonos intereses en tarjetas de crédito, en telefonía celular, en préstamos, en cooperativas, en bancos», afirma constantemente a sus simpatizantes.
Del elector tradicional al digital
El ascenso del elector digital ha transformado la política hondureña. Las redes sociales, más que los medios de comunicación tradicionales, se han convertido en el campo de batalla electoral.
Honduras cuenta hoy con más 4.5 millones de usuarios en TikTok, 4.4 millones en YouTube y 4.2 millones en Facebook, según Data Reportal, una plataforma internacional que mide las tendencias de las audiencias digitales en el mundo.
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El periodista Robert Marín, jefe de investigación del diario El Heraldo, sostiene que «estamos viviendo la transición del elector tradicional al digital».
Afirmó a Expediente Público que hoy los estrategas políticos valoran más la audiencia que la credibilidad de los medios, por lo que apuestan por las redes sociales, donde el costo de difusión es menor y el impacto emocional mayor.
Sin embargo, el investigador advierte que el votante digital es más crítico y tiene acceso a fuentes alternativas, «por lo que el riesgo para los candidatos como Moncada es que el maquillaje se desbarate rápido si hay incoherencias entre discurso y realidad».
El equipo detrás de Rixi
La maquinaria de campaña de Libre está dirigida por Lucky Medina, ministro de Recursos Naturales y Ambiente, y presidente de Energía Eléctrica. Bajo su liderazgo opera un equipo de jóvenes técnicos que por primera vez impulsan una campaña desde el oficialismo.
Medina es la figura visible que ha coordinado la agenda, la estrategia mediática y las 37 giras territoriales de la candidata.
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Otro de los personajes más influyentes en la campaña es Ricardo Salgado, ministro de Prensa e Información, señalado por la oposición de coordinar el «trabajo sucio» en redes y ser el arquitecto digital de Libre, operando una amplia red de militantes y cuentas automatizadas para amplificar mensajes y neutralizar críticas.
Según Izaguirre, Libre utiliza una estrategia de enjambre digital. «Miles de cuentas cumplen funciones diferenciadas. Unos informan, otros atacan y otros emocionan. Todo coordinado con bots, semibots y estructuras del aparato estatal que amplifican la propaganda», aseguró.
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Libre también cuenta con asesores extranjeros como Federico Duval, consultor dominicano en marketing político y análisis de datos. Sin un cargo definido, es considerado como uno de los principales estrategas de la campaña.
Para Izaguirre, la estrategia digital de Rixi es una de las mejor evaluadas en temas de visibilidad, publicidad programática, posicionamiento y piezas de difusión.
El viejo zorro tras bambalinas
La figura de Manuel Zelaya Rosales sigue siendo central. A sus 73 años, conserva el control de la estructura partidaria y la orientación ideológica.
La influencia de Zelaya no solo define la estrategia de campaña, sino que también limita la autonomía de Moncada. El analista Torres sostiene que «Rixi es su heredera natural, por su formación, cercanía, experiencia y lealtad partidaria. Pero esa misma relación con Zelaya puede ser también su principal debilidad».
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La precandidatura de Rixi no fue cuestionada a lo interno del partido porque desde 2006 ha sido la operadora de Zelaya, cuando ambos militaban en el Partido Liberal.
Sin embargo, Zelaya busca algo más que ganar una elección y asegurar la continuidad de su proyecto político, quiere consolidar a Libre como una fuerza hegemónica.
«Debemos de recordar que no es lo mismo buscar este objetivo administrando los recursos del Estado que hacerlo desde la llanura», puntualizó Torres.
El desafío final: revertir el desgaste
En las últimas semanas, la coordinación de Libre ha ordenado la movilización total de su militancia y de todos sus recursos disponibles, advirtiendo que el triunfo es posible, pero que deben consolidar su voto y contener el desgaste tras cuatro años de gestión.
Pese a los buenos indicadores macroeconómicos, favorecidos por el sostenido flujo de remesas y por las exportaciones de café, la pobreza sigue afectando a seis de cada diez hondureños, según las cifras oficiales.
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El discurso antiélite, eficaz en 2021, también comienza a mostrar signos de fatiga. La presidenta Xiomara Castro y Rixi Moncada insisten en culpar al expresidente Juan Orlando Hernández y al Partido Nacional por la crisis, pero los votantes perciben que, después de cuatro años, los problemas estructurales persisten.
El partido impulsa dos campañas paralelas, la gubernamental, con el eslogan «Xiomara sí cumple» y la partidaria, que pregona que «Rixi continuará la refundación». Ambas propagandas buscan desmentir las críticas al gobierno.
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Las promesas de Moncada son casi idénticas a las que ofreció Castro en 2021: anticorrupción, educación pública, salud universal, seguridad con enfoque social, soberanía alimentaria, infraestructura, protección ambiental y una política exterior independiente. La pregunta es si el electorado volverá a creer.
¿Podrá Libre continuar su proyecto de «Socialismo del Siglo XXI» en Honduras o será desplazado por propuestas antagónicas? Las urnas dirán si el discurso del «pueblo contra la élite» sigue siendo efectivo o si, por el contrario, la sociedad hondureña buscará un nuevo relato político.