*¿Quién es Lincoln Figueroa, el candidato nacionalista que busca la alcaldía de Catacamas, uno de los terratenientes madereros más poderosos de Honduras?
**La familia del asesinado ambientalista Carlos Luna señala a Figueroa como presunto autor intelectual del crimen, ocurrido en 1998. La Fiscalía no lo ha procesado.
*** Su hija Karla Patricia Figueroa Cardoza aspira a una diputación por Olancho, también bajo la bandera del Partido Nacional.
Expediente Público
El nacionalista Lincoln Figueroa busca un cuarto periodo como alcalde de Catacamas, el municipio más extenso de Centroamérica y uno de los principales pulmones forestales de Honduras.
Más que un político, Figueroa es considerado un barón del negocio maderero, un terrateniente que encontró en la política el medio ideal para expandir su poder económico. Su nombre apareció como uno de los presuntos autores intelectuales del asesinato del ambientalista Carlos Luna, ocurrido en 1998, aunque la Fiscalía nunca lo procesó.
A sus 69 años, Figueroa proviene de una familia de escasos recursos del municipio de San Francisco de la Paz, Olancho. Su vida dio un giro en la década de 1970, cuando conoció a Reinaldo Antonio Sánchez, patriarca de una de las familias nacionalistas más influyentes del departamento, quien lo introdujo en la explotación forestal.
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Investigaciones periodísticas han revelado que, bajo la tutela de Sánchez, Figueroa comenzó en los años ochenta a comprar tierras en la zona de amortiguamiento de la Biósfera del Río Plátano y en áreas colindantes con los parques del Río Patuca y la reserva Tawahka.
Una investigación de Insight Crime reveló que, hasta esos terrenos, en teoría protegidos, llegaban desconocidos para talar el bosque, comercializar la madera y revender la tierra descombrada.
Ya consolidado como hacendado y accionista de la empresa Productos Forestales Figueroa (PROFOFI), el olanchano aprovechó su creciente influencia local para alcanzar una curul en el Congreso Nacional en 1994.
Su paso por el Congreso coincidió con el crimen del ambientalista Carlos Luna, asesinado por dos sicarios. Dos meses antes de su muerte, Luna había denunciado públicamente supuestas amenazas del entonces diputado Lincoln Figueroa y de José Ángel Rosa, ambos socios de PROFOFI. También los había acusado ante la Fiscalía por presunta tala ilegal de bosques.
Figueroa tuvo que rendir declaración ante el Ministerio Público en el año 2000, después de que uno de los autores materiales del asesinato lo señalara como presunto autor intelectual.
Manifestó que lo querían incriminar para perjudicar su carrera política. Su testimonio quedó registrado en un informe de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que evidenció irregularidades en el proceso judicial del asesinato de Luna.
Hasta hoy, casi tres décadas después del crimen, la familia de Luna continúa acusándolo directamente, pero los requerimientos fiscales no han llegado en contra de Figueroa.
José Ángel Rosa tampoco fue procesado. El Juzgado de Letras le decretó libertad provisional, en 2003, tras considerar que no existían pruebas que lo incriminaran como partícipe del asesinato.
En 2008, Rosa fue asesinado en Catacamas. De acuerdo con investigaciones periodísticas, habría sido ejecutado tras su presunto involucramiento en el tráfico de drogas dentro de un territorio controlado por grupos criminales.
El crimen de Luna se convirtió en un símbolo de la violencia que rodea la defensa ambiental en Olancho. Su caso expuso la debilidad del sistema judicial hondureño, que ante las presiones externas cambió hasta a diez fiscales y catorce jueces durante el proceso, sentenciando apenas a uno de los dos presuntos sicarios de Luna.
La conquista del poder local
La carrera legislativa de Figueroa fue breve, pues su verdadera fuente de poder seguía en los bosques de Olancho, esa mina verde que durante décadas ha alimentado disputas políticas y redes criminales.
«Después de cuatro años como diputado, me dije “este no es mi lugar, soy un hombre de servicios y quiero la municipalidad de Catacamas”», recordaría Figueroa años después, en una entrevista a un medio local.
Sin embargo, conquistar la alcaldía de Catacamas no fue fácil. En 2002, Figueroa se postuló por primera vez, pero perdió frente al liberal Tulio Alberto Moya, aunque logró integrarse a la corporación municipal como regidor.
Cuatro años después volvió a intentarlo y fue nuevamente derrotado, esta vez por el liberal Gustavo Adolfo Rosa Barahona, pero alcanzó otra vez el puesto de regidor. En los ocho años que ocupó este cargo (2002-2010), Figueroa se mantuvo cerca del poder, sin ocupar el centro de la escena política local.
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Lograr de la alcaldía solo fue cuestión de tiempo. «Con cada campaña me acercaba a la alcaldía, porque la gente empezaba a creer en mí», comentó años después a un canal local de Catacamas.
En 2009, Figueroa ganó finalmente las elecciones municipales. «La tercera era la vencida, estaba seguro de que mi trabajo por los más desposeídos me daría el triunfo. Le pedí a Dios que me diera esta oportunidad, igual le pido que me ilumine para hacer bien las cosas», dijo durante su posesión.
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A la alcaldía llegó ya convertido en uno de los terratenientes más poderosos de Olancho, un departamento más extenso que El Salvador, donde los caudillos locales suelen medirse por la cantidad de tierras o el tamaño de sus hatos ganaderos.
Durante su tercer año como alcalde, en 2013, el caso de Luna volvió a cobrar relevancia, cuando la CIDH concluyó que el Estado hondureño no protegió la vida del ambientalista ni investigó, procesó o sancionó adecuadamente a los presuntos responsables.
El informe citó el nombre de Lincoln Figueroa en reiteradas ocasiones. Una de las menciones señaló: “La Corte observa que, durante las investigaciones desarrolladas, diversos testimonios señalaron la presunta participación del diputado Lincoln Figueroa en la muerte del señor Luna”.
Alcalde en territorio narco
Pese a las denuncias, Figueroa volvió a imponerse en las urnas en 2013 y 2017, sumando doce años consecutivos en el poder de un municipio que, según informes de inteligencia policial, terminaría convirtiéndose en el «nuevo kilómetro cero del narcotráfico y la muerte en Honduras».
Ubicada en el extremo oriental de Olancho y con 138 mil habitantes, Catacamas es la puerta de entrada al departamento de Gracias a Dios, una vasta región selvática que históricamente ha sido una de las principales rutas de ingreso de la droga proveniente de Sudamérica.
En Catacama habría unas 300 pistas clandestinas para el aterrizaje de narcoavionetas, según un reportaje de Insight Crime.
La misma investigación reveló que, para conectar Olancho con Gracias a Dios, ganaderos, madereros y presuntos narcotraficantes habrían construido, desde hace varias décadas y al margen de las autoridades, más de cien kilómetros de caminos de tierra, conocidas popularmente como «narcocarreteras».
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Según una investigación publicada por Infobae, Lincoln Figueroa y el clan de Los Amador figuran entre los principales propietarios de las tierras donde se construyeron las rutas. El reportaje citó informes de inteligencia de la Fiscalía que identificaron a Los Amador como uno de los grupos de narcotráfico más poderosos de Honduras.
La relación entre el negocio maderero, la ganadería y el narcotráfico es ampliamente documentada. Un estudio del Centro de Estudios Latinos y Latinoamericanos de American University (CLALS), referido por Insight Crime, indica que, en Olancho, el tráfico de cocaína se asentó sobre las antiguas rutas utilizadas para el trasiego ilegal de maderas preciosas. El caso de Los Amador ilustra esta transición, porque antes que traficantes de drogas fueron madereros.
El futuro de Catacamas
La violencia también alcanzó los círculos más cercanos de Figueroa. En 2019, su guardaespaldas y empleado de confianza fue encontrado calcinado dentro de un vehículo en una carretera a las afueras de Catacamas, un crimen que sigue sin resolverse.
Hechos como estos no son excepcionales en Catacamas. Desde 2013 hasta octubre de este año, la Secretaría de Seguridad registró 968 homicidios en el municipio. De todos ellos, el asesinato de Carlos Luna es el único con repercusiones internacionales, por la impunidad que rodea los crímenes en contra de ambientalistas y a la presunta implicación de autoridades locales y actores políticos en estos casos.
Hoy, César Luna, hijo del ambientalista asesinado y testigo del crimen, se enfrenta judicialmente a Lincoln Figueroa. Junto a otros defensores ambientales, ha presentado denuncias formales contra el exalcalde por presunta corrupción y depredación ambiental.
Sin requerimientos fiscales en su contra, Figueroa siempre ha negado rotundamente las acusaciones y tilda los señalamientos de la familia de Luna como «envidias políticas».
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El poder al que se enfrentan los ambientalistas olanchanos es enorme. Las alertas de Carlos Luna sobre el saqueo forestal se cumplieron.
Según el CLALS, el comercio de la madera en Olancho mueve unos US$80 millones anuales, de los cuales el 60% provendrían de la tala ilegal. Y de acuerdo con la organización Global Forest Watch (WFW), el departamento perdió 25.9 mil hectáreas de bosque natural solo en 2024, un dato que refleja la magnitud del daño ambiental.
Después de cuatro años de pausa, Lincoln Figueroa retomó sus aspiraciones políticas. En los próximos comicios competirá nuevamente por la alcaldía de Catacamas, mientras su hija, Karla Patricia Figueroa Cardoza, aspira a una diputación por Olancho, también bajo la bandera del Partido Nacional. Si resultan electos, la familia Figueroa consolidará aún más su poder en el departamento.
El 30 de noviembre, Catacamas no solo elegirá a sus próximas autoridades municipales, se jugará también el destino de sus bosques.