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Migrantes: historias de sufrimiento, extorsiones y muerte a su paso por Centroamérica

*Expediente Público viajó a Trojes, El Paraíso, al oriente de Honduras, en la frontera con Nicaragua, y constató las vicisitudes que sufren los migrantes cubanos, venezolanos, haitianos y personas de otras nacionalidades.

**Más de 27,286 personas ingresaron a Honduras de forma irregular del 1 de enero al 3 de mayo de este año.

***Los migrantes sufren de abusos sexuales, extorsiones y racismo en su recorrido hacia los Estados Unidos.


Expediente Público

Miles de migrantes se quedan varados diariamente en las afueras de la Delegación del Instituto Nacional de Migración (INM) del municipio de Trojes, El Paraíso (al oriente de Honduras, frontera con Nicaragua), una de las tantas barreras que encuentran a su paso en su ruta hacia Estados Unidos.

Tal es el caso de María, de 73 años, quien es originaria de Cuba y aguardaba afuera de la Delegación, a la espera de un documento que le permita atravesar el territorio hondureño. Ella viaja junto a dos bisnietos (de 2 y 10 años de edad), su nieta y dos migrantes venezolanos más, con los que atravesó la selva del Darién, Panamá, uno de los lugares más peligrosos del mundo, fronterizo con Colombia.

La edad no fue impedimento para salir de su país. Tampoco denota un atisbo de arrepentimiento. De hecho, al preguntarle por qué emigró, contestó contundentemente que “solo el que vive en Cuba sabe lo que es vivir en Cuba”.

Mientras conversa, sentada, se quita los zapatos. Le estorban, porque la piel de esa zona se le descama fácilmente. Como las personas la observan, ella les cuenta el antecedente. Todo comenzó cuando, junto con sus familiares, entró a la selva del Darién, un lugar con mucha vegetación, calor intenso, ríos y pantanos.

Migrantes cubanos y venezolanos. Ellos se encontraron en la selva del Darién, uno de los sitios más inhóspitos del mundo. 

Para poder avanzar en la jungla, María y los demás migrantes con los que viajaba, hundían sus extremidades inferiores hasta las rodillas en el lodo. A cada paso que daban tenían que levantar sus piernas para volverlas a sumergir. Caminó durante 12 horas bajo esas condiciones. Cuando oscurecía, ella, sus bisnietos y su nieta dormían en una carpa en medio de la nada.

Al octavo día, mientras cruzaban los 130 kilómetros de humedad excesiva, sin comer durante cuatro días y con sed, su bisnieta de apenas dos años comenzó a tener problemas en sus pulmones. Tuvieron que llamar al 911 de Panamá y tras ser asistida se dieron cuenta que se trataba de una pulmonía.

“Nosotros cogimos una lancha y nos dejó en un puerto, en una playa, que aquello era una jungla. Ahí no había nada, tuvimos que llamar al 911 para que vinieran a rescatarnos”, narró.

Las autoridades migratorias de Panamá la llevaron al hospital y luego a un albergue denominado La Casa del Abuelo. “Ya el último día que llegué al campamento del Abuelo, a las 9 de la noche me encontré unas galletas botadas y me las comí. (Le decían) ¿abuela qué tú haces comiéndote eso? Porque tengo hambre y si no me como esto no voy a poder llegar”, relató María.

Tras la recuperación de su bisnieta siguieron hacia Costa Rica, país que lo cruzaron sin ningún problema. Al llegar a la frontera con Nicaragua volvieron los contratiempos porque las autoridades les cobraban 150 dólares por persona para permitirles el ingreso sin documentos. Como no tenían dinero cruzaron un lugar con poca actividad policial llamado la Trocha, hasta el empalme cerca del río San Juan, un sitio conocido como el Pájaro Negro.

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Allí subieron a un bus rumbo a Managua y después tomaron otro hacia Trojes. Aquí se enteraron que las autoridades hondureñas cobran 210 dólares por permitirles cruzar su territorio, por lo que debieron aguardar desde las 5 de la mañana con la esperanza de recibir alguna dispensa. En horas de la tarde, cuando hablaron con Expediente Público, aún no habían recibido el documento. Por experiencias previas, se sabe que las autoridades pueden tardarse dos o tres días en emitir el permiso para cruzar.

La ruta que suelen recorrer los cubanos para llegar a Honduras es a través de República Dominicana, Colombia, Panamá, Costa Rica y Nicaragua. Sin embargo, un número importante vuela directamente hacia Managua.

En noviembre del 2021, el Gobierno de Daniel Ortega, en Nicaragua, anunció que ya no sería necesaria una visa para permitir el ingreso de los cubanos. Desde entonces se ha generado una salida multitudinaria de personas de la Isla.

Más de 27,286 personas ingresaron a Honduras de forma irregular del 1 de enero al 3 de mayo de este año. En su mayoría, provenientes de Cuba, Venezuela y Haití, según un boletín del Instituto Nacional de Migración.

María forma parte de los 19,053 migrantes de Cuba reportados en Honduras, grupo que presenta el mayor flujo en el país, según los datos del INM.

Infierno en Panamá

Según las cifras del Servicio Nacional de Migración de Panamá (SNM) 19,000 migrantes han llegado a Panamá luego de cruzar el Darién, siendo los venezolanos la nacionalidad predominante.

En Honduras los venezolanos constituyen el segundo grupo de mayor flujo. En este año 3,030 ciudadanos de Venezuela ingresaron al país y solo en Trojes se contabilizaron 247, de acuerdo al INM.

En este grupo está Miguel, de 24 años, quien por su cuenta se acercó al equipo periodístico de Expediente Público y decidió contar su historia mientras esperaba su permiso de entrada.  Miguel salió de Venezuela junto a un grupo de personas para buscar una vida mejor en Estados Unidos.

Lo que más recuerda de su viaje fue haber visto dos cadáveres en Darién, mientras cruzaba la selva. Aun así, dijo que no se arrepiente de haber hecho este recorrido hacia Estados Unidos, puesto que en Venezuela no podía conseguir trabajo.

Otro ciudadano venezolano, de entre 25 y 30 años, contó, mientras buscaba ropa prestada, cómo él y otros migrantes habían sido interceptados por personas armadas, quienes los extorsionaron, abusaron sexualmente de las mujeres y secuestraron a las hijas de las personas que iban con él.

“Después de eso todos seguimos juntos. Ya cuando ellos se abrieron, ya cuando violaron a las mujeres, nos quitaron todo, ya cuando les dio la gana se abrieron”, declaró, en alusión a que los dejaron pasar, mientras miraba a un punto fijo en el suelo.

Los migrantes que cruzan el Darién se exponen a todo tipo de situaciones, como terminar con neumonía o pulmonía por la humedad de la selva, tener alucinaciones por la picada de insectos, enfrentarse a animales salvajes o a bandas armadas que controlan estas rutas para el tráfico de drogas y armas.

De acuerdo a lo que relataban los migrantes en Trojes, algunas personas de Panamá se aprovechan de ellos y por cruzar la selva en lancha les cobran 350 dólares. Los que logran pagar esta cantidad salen del lugar en tres días, pero los que no tienen dinero y se exponen a perder la vida, recorren la zona entre 8 y 14 días.

El flujo de africanos

En Honduras el flujo migratorio de africanos se ha intensificado en los últimos meses. Según las estadísticas del INM del 2022, hasta el 3 de mayo, evidencia que se registraron 351 ciudadanos de Angola, 361 de Senegal y 162 de Ghana. 

Thierno Gadiaga es originario de Senegal, un país de África Occidental. Es padre de dos niños y realizó un largo recorrido desde su nación junto con su esposa y dos personas más.

Gadiaga enseña un mapa de cómo fue su recorrido. Inició tomando un vuelo a Brasil, luego pasó por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, hasta llegar a Honduras.

Fue un viaje largo de por lo menos dos o tres meses por Sudamérica y para costearse el viaje Gadiaga pedía a su mamá, quien vende oro, que le enviara dinero desde Senegal.

Se toma las cosas con calma y mientras espera su permiso en Honduras dice que pronto llegará un amigo senegalés, quien en ese momento estaba en Nicaragua y con el que tenía comunicación a pesar de la distancia. Él también tuvo que pagar 150 dólares de multa en ese país.

Gadiaga tenía todo planificado. Pronto saldría del territorio hondureño, llegaría a Guatemala y luego a México. En ese país se entregaría al INM para conseguir un oficio de salida, un documento provisional que no le da al extranjero más derecho que el de permanecer y transitar por el país, durante el tiempo determinado por las autoridades migratorias.

“En México se está tranquilo, una semana. Si tienes suerte 3 días, 15, un mes, depende de tu suerte. Te entregan el papel y entras a Estados Unidos, protocolo”, reseñó Gadiaga, hablando en una variante de portugués.

Este documento les permite a los migrantes quedarse en México hasta por 30 días sin riesgo a ser deportados, mientras consiguen la forma de cómo abandonar el territorio para cumplir su sueño: llegar a Estados Unidos. Pero el camino sigue aún es largo y los miles de migrantes deberán seguir sorteando las trampas de la burocracia y hasta de la muerte en una ruta incierta.