Nicaragua, Caribe

Misquitos, acorralados en su propia tierra

*A los misquitos del territorio de Wangki Twi-Tasba Raya solo les quedan los caminos y cuatro caseríos para poder vivir. Los colonos les han quitado 21,000 hectáreas de tierras.

**Para comer, los indígenas siembran en los patios de sus casas o cortan los pinos para hacer carbón. Los colonos se acercan más a estos asentamientos y empiezan a exigir paso por las vías de acceso a la capital regional, Bilwi.


Expediente Público

Manuel Hernández fue secuestrado por 12 hombres armados de carabinas, escopetas, pistolas y un fusil AK el 21 de septiembre de 2020, mientras buscaba quequisque en el terreno que había labrado en Sangni Laya, comunidad del territorio indígena de Twi Yahbra, a 550 kilómetros de Managua.

El quequisque es un tubérculo, de cultivo milenario, apreciado por sus raíces comestibles y que forma junto al frijol, la yuca, arroz y algunas musáceas, la base de la economía agrícola de los indígenas del Caribe.

Los colonos que secuestraron a Hernández buscaban a un misquito que supuestamente había matado a uno de sus compañeros tomatierras mientras levantaban los “carriles”, como les llaman a las trochas que abren en la selva estos invasores para demarcar las zonas que se apropian.

Hernández es originario de Rosita, pero su esposa es misquita y se integró a la comunidad de Sangni Laya hace 26 años. Estuvo secuestrado junto a su yerno hasta la madrugada del 22 de septiembre del 2020. La mayor parte del tiempo los mantuvieron vendados, amarrados y también los golpearon.

Mapa interactivo de las principales comunidades de Tasba Raya y de Sangni Laya

Antes de liberarlos les tomaron fotos y les advirtieron que iban a circularlos entre los tres grupos de colonos que rondaban la zona para que los dejaran pasar si los topaban en el camino de regreso. En esta zona del Caribe Norte de Nicaragua hay señal de telefonía celular y las bandas armadas de tomatierras también tienen radio comunicadores, aseguran los comunitarios.

Los secuestradores lo enviaron de regreso a la comunidad con un mensaje, según contó la víctima a Expediente Público: “Queremos apoyo, que seamos amigos, no pongan denuncia en la Policía. Nosotros compramos 1,500 manzanas de tierra a un comunitario, tenemos cuatro años de no trabajarlas, ese dinero está retrasado y por eso queremos 500 manzanas más de tierra, y va a quedar (terreno) para ustedes. Si no, vamos a tomar 2,000. Que no vengan más misquitos porque ya pusimos los carriles, de los dos lados (ríos Wawa y Laku) no queremos verlos, sepan que el que se mete por acá no va a volver a su casa”.

Olvidados por autoridades

Los indígenas se sorprenden de que ninguna autoridad estatal, incluyendo Ejército y Policía, pone límites a los colonos que actúan como bandas de tomatierras y circulan incluso con armas de guerra. Los misquitos no tienen autorizada la compra de municiones para sus armas de cacería.

Los colonos se amparan en compras o arriendos ilegales aprovechándose de la corrupción de algunas autoridades territoriales, comunitarias y municipales, así como de la extorsión, el chantaje y la violencia contra algunos comunitarios a quienes intimidan para que les den permiso sobre sus fincas.

Los territorios indígenas no se pueden vender y están tituladas a nombre de las comunidades, y son ellas las que ceden la explotación de las tierras, según el uso histórico de las familias. Su arriendo compete al consejo comunitario local, explica la Ley 445 aprobada en 2003, o Ley del Régimen de Propiedad Comunal de los Pueblos Indígenas y Comunidades Étnicas de las Regiones Autónomas de la Costa Atlántica de Nicaragua y de los Ríos Bocay, Coco, Indio y Maíz.

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La noche del secuestro de Manuel Hernández, los colonos incendiaron cinco viviendas de los indígenas y los comunitarios se desplazaron a Bilwi, donde desde el 3 de septiembre había 30 familias refugiadas por las amenazas. Por varias semanas Sangni Laya fue un pueblo fantasma hasta que los comunitarios decidieron regresar a partir de noviembre de 2020.

La presencia de decenas de familias desplazadas en la capital regional, Bilwi, llevó a la Policía a actuar. Uno de los colonos secuestradores, Delvin Martínez, fue capturado y enjuiciado. La acción es inusitada para estos casos repetitivos, según comentan varios líderes comunitarios.

“Hay un colono preso, esperamos que el Estado tome las medidas en base a la ley, esperamos justicia porque si lo liberan, la próxima vez los secuestrados no van a salir con vida”, aseguró el whista (juez o líder) de Sangni Laya, Jaime Meza.

El colono fue condenado por secuestro e incendio, pero no por la apropiación ilegal de tierras, tendría una pena máxima de tres años de cárcel por los hechos de septiembre de 2020, si se acepta la petición de la fiscalía.

Desde que los indígenas regresaron a Sangni Laya es posible escuchar alrededor del pueblo el sonido de motosierras durante el día. Con la pérdida de las áreas de cultivo y el paso de los huracanes en noviembre de 2020, solo les queda despalar los pinares para hacer carbón.

Mujeres misquitas a orillas del río Wawa en la comunidad La Esperanza.
Un camión es el único medio que comunica a la comunidad de Wisconsin con Bilwi.
Rodoy Astin fue mutilado por los colonos en 2015.
Pintas en la comunidad de Sangni Laya exigiendo el sanamiento de sus territorios.
Un comunitario de Santa Clara muestra una mina encontrada en el caserío.
Indígenas miskitos de Tasba Raya muestran las lesiones provocadas por los ataques de colonos.
Indígenas miskitos de Tasba Raya muestran las lesiones provocadas por los ataques de colonos.
Marina Ramos frente a la tumba de su esposo, el líder comunitario Benito Sipit, asesinado por los colonos en 2015.

A pesar de todo, en Sangni Laya es posible ver a colonos llegar al pueblo en sus mulas o cruzando el río Wawa en cayucos en busca de provisiones, alcohol o para tomar el transporte que conecta a la comunidad. También llegan con fines de explotación sexual. Algunos ya han pedido permiso para comerciar sus productos usando la vía que lleva a la carretera que conduce a Bilwi, ubicada a 72 kilómetros de distancia. El Consejo de Ancianos decidió no dar pase a los productos de los colonos invasores.

Los colonos no tienen acceso a las vías que llevan a Bilwi o Waspán. Según los líderes misquitos, usan como ruta a las comunidades Sahsa y Grey Town en el territorio de Tasba Pri, donde hay más población mestiza, para después llevas sus productos a comercializar en el municipio de Rosita.

Balas para quitar tierras

A orillas del río Wawa las mujeres de La Esperanza, acompañadas de sus hijos más pequeños, lavan su ropa. El bosque rodea la escena tranquila de cada mañana en un espejismo que esconde la situación volátil, tensa y con frecuencia violenta en las comunidades indígenas en el Caribe Norte de Nicaragua.

Apenas a diez minutos en cayuco remando contra la corriente del río, es posible que los colonos asesten sus fusiles de guerra y rifles de cacería, dice Marisela Joseph, indígena de La Esperanza, comunidad ubicada a unos 600 kilómetros de Managua.

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“Los mestizos han destruido totalmente nuestros recursos naturales, aquí cerca de la comunidad tenemos nuestros cercos, hasta allí, de allí no tenemos nada, no hay tierra, no hay árboles, no hay nada. Y eso es un problema, pero el más grande aquí es que los mestizos salieron y asesinaron a mucha gente, a mi papá lo secuestraron y luego mataron, junto a un cuñado, que ya lleva 5 años (el suceso). Aquí en mi comunidad han asesinado a 8 personas, creo”, dice Joseph.

Ella considera que su padre Francisco Joseph está muerto, aunque oficialmente cuenta como uno de los tres desaparecidos de La Esperanza. En el ataque del 17 de diciembre de 2015 fue secuestrado junto con otros comunitarios y desde entonces se desconoce su destino.

“Nos hemos quedado sin nada, aquí ninguna instancia del Estado ha venido a hacer un diagnóstico del caso, han quedado impunes todas las masacres, la comunidad ha ido a las instancias judiciales, pero nos neutralizan, no hemos sido escuchados. Si preguntamos, a niños de cuatro años, pueden dar testimonios de lo que ha pasado”, reitera la Marisela Joseph.

La Esperanza, Wisconsin, Francia Sirpi y Santa Clara forman el territorio de Wangki Twi-Tasba Raya, una de las 23 divisiones indígenas, afrodescendientes y de régimen especial de Nicaragua, compuesta a su vez por 304 comunidades, la mayoría en las regiones del Caribe Norte y Sur.

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Según la delimitación política administrativa nacional, la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte (RACCN) está compuesta por ocho municipios.

De los 23 territorios indígenas, afrodescendientes y especiales, 21 han sido invadidos masivamente por colonos, y Tasba Raya es una de las zonas más vulneradas por los tomatierras.

La inseguridad territorial ha dejado alrededor de 49 indígenas asesinados entre 2011 y 2020 por conflictos de tierras con colonos y actualmente mil se encuentran desplazados en ciudades del Caribe Norte e incluso Honduras, reporta el Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua (Cejudhcan).

Por parte de los colonos también hay un rastro de sangre. Durante los ataques perpetrados, algunos han sido heridos o abatidos por los comunitarios, pero más por acciones criminales y rencillas internas por las tierras. En este sentido, es difícil dar una cifra aproximada de los asesinatos en los territorios tomados.

Entre octubre de 2019 y enero de 2020, la Policía Nacional registró 20 homicidios (19 hombres y 1 mujer), dos desapariciones y dos heridos vinculados con conflictos de propiedad entre miembros de las comunidades y terceras personas en el Caribe Norte, detalla el Informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre Nicaragua, presentado el 25 de febrero de 2021.

El informe “Un año de violencia contra quienes defienden los derechos de los pueblos indígenas Mayangna y Mískitu” del Cejudhcan, el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), el Centro de Asistencia Legal para los Pueblos Indígenas (Calpi) y el Observatorio para la Protección de los Defensores de Derechos Humanos, señala que en 2020 hubo trece asesinatos de comunitarios, ocho heridos en ataques armados, dos secuestros, el desplazamiento forzado de una comunidad (la mayoría de ellos miembros del pueblo indígena mayangna) y dos agresiones a niñas misquitas.

Entre las muertes de 2020 están las del líder misquito Mark Rivas, miembro del Movimiento Juvenil Indígena de la Moskitia (Mojin) y de Pri Laka (libertad, en lengua misquita), asesinado en Bilwi el 3 de enero de 2020 en circunstancias no esclarecidas por la Policía Nacional. También se cuenta el crimen contra Nacilio Macario, líder mayangna de la comunidad Musawas, en el territorio Sauni As, asesinado con arma de fuego por seis individuos cerca del río Wiwina el 14 de noviembre de 2020.

Lesionados y sin asistencia

En la comunidad de Santa Clara, Rodoy Astin Ernesto cuenta cómo desde el ataque de diciembre de 2015 quedó discapacitado de por vida.

“Recibí una bala de escopeta en la rodilla, los colonos invadieron a la comunidad, perdí el conocimiento y me trasladaron a Waspán, después me remitieron a Bilwi y cuando desperté ya no tenía mi pierna (…) Antes que me hirieran hubo otro ataque, un joven venía de su parcela, le pegaron en el pecho y lo desmayaron, posteriormente la banda que le disparó su fue al sur y empezaron a carrilear, fuimos a hacer vigilancia en la zona, ellos estaban informados y nos emboscaron”, asegura Astin Ernesto.

Rodoy Astin Ernesto

Él no es la única persona con lesiones por ataques de colonos, algunos indígenas muestran dedos mutilados, heridas profundas en algunas partes de su cuerpo producidas por las balas, pero también están las viudas y los huérfanos de esta ola de violencia.

María Magdalena Sipit explica que su esposo hacía vigilancia cuando fue alcanzado por los disparos de los colonos en el perímetro de Santa Clara el 3 de septiembre de 2015. Ese día también murieron en los enfrentamientos el whita comunal y el líder de la banda de colonos tomatierras.

Sipit puso la respectiva denuncia en la Policía, pero los oficiales no quisieron firmarle recibo de su escrito, asegura. Desde entonces sobrevive con sus pocas fuerzas, porque no tuvo hijos.

Entre lágrimas explica su situación actual: “El año pasado no pude cosechar arroz, tampoco este año. En mi casa no tengo nada de comer, he pensado abandonar la comunidad e irme a Waspán, aquí la vida es muy dura. Me estaba preparando para sembrar yuca, pero tuve problemas serios en mis dedos, dolores, pero tengo que ir a trabajar. Si me siento nadie me va a dar comida, tengo que sacrificarme a pesar de mi enfermedad, muchas veces me acuesto sin comer, no tengo nada. No sé cómo voy a vivir, me he quedado sola, no tengo familia, ni padre, ni hermanos, cuando pienso en todas estas cosas me frustro tanto que quiero pegarme un balazo, dejar de existir lo veo más fácil”.

Diciembre rojo 2015

En octubre de 2015, las comunidades de Wangki Twi-Tasba Raya recibieron medidas cautelares otorgadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). La disposición no impidió ataques constantes de colonos a los caseríos indígenas a finales de ese mismo año.

Los ataques a las comunidades quedaron en la memoria de los comunitarios en una especie de trauma colectivo. No existe una entrevista de Expediente Público hecha a los comunitarios donde no se recuerden estos acontecimientos.

Erasmo Flores Aragón, el líder de la banda de colonos que atacó Wisconsin ese año, tenía a 500 hombres a su mando, asegura un comunitario que prefiere omitir el nombre. El testigo estaba en su parcela cuando lo detuvieron para interrogarlo, le preguntaban quién tenía armas en la comunidad y le quitaron su rifle porque “todavía había mucha fiesta que celebrar”.

No he ido a las autoridades porque eso tiene costos”, asegura comunitario de Wisconsin.

Álvaro Lesting Mccoy perdió su finca desde 2013 cuando al regresar de unas diligencias en Bilwi encontró las tierras “carrileadas” y sus cultivos destrozados. Al siguiente año volvió a la parcela y encontró a un hombre acompañado de un niño de aproximadamente ocho años, quien fue hacia el carril para marcar su territorio como la parcela 30.

Volvió un año después y encontró a un grupo de personas, eran niños y un adulto llamado Maximino que portaba una lanza echa con la punta de un machete, se le acercó y supo que el hombre que había encontrado un año antes se llamaba Polo Pérez y este había vendido la parcela que cultivaba a esta nueva familia, habían pagado 15,000 córdobas por 30 manzanas.

En 2015 los comunitarios se reunieron para tratar de negociar la salida de los colonos que estaban tomando más tierras, pero Polo Pérez entró a la comunidad de Wisconsin con 30 armados.

En Francia Sirpi la comunidad quedó desintegrada después de 2015, Muchos se fueron a Waspán y otros a Bilwi, y otros se trasladaron al caserío principal. Aún quedan rastros de dos de las casas incendiadas de este ataque. Los cimientos de una de ellas están irónicamente cerca de una antena de telefonía celular, aunque los comunitarios no reciben dinero de la empresa que ocupa, como un colono más, su territorio.

Rastros de casa incendiada, Francia Sirpi

Los colonos invasores de tierra han llegado al punto de tomarse las fincas al oeste del río Wawa por lo que Francia Sirpi ya perdió el acceso a este importante caudal y se quedó prácticamente sin áreas de siembra, esto lo constató Expediente Público.

Los misquitos de Tasba Raya han perdido 21,000 hectáreas de tierra por las invasiones, asegura Amador Francis Davis, el “whita” de Francia Sirpi, es decir, el líder o juez comunitario.

Señala que las invasiones comenzaron a incrementar desde 2018 y la última fue el 17 de enero de 2021, cuando detectaron a colonos en el perímetro del caserío. A veinte minutos de la comunidad es posible ver los nuevos carriles delimitando aún más las tierras robadas a los misquitos “como si tuvieran la intensión de tomar todo, incluyendo el caserío”.

La casa de la primera familia de colones está a ochenta minutos caminando, por lo que la ribera del río ya es peligrosa para los indígenas. Esta vulnerabilidad se constató a finales de enero cuando un par de jóvenes intentaban pescar en el Wawa y fueron ahuyentados a punta de bala, asegura el whita.

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Al borde de la hambruna

“Es muy difícil ver el sufrimiento de los hijos al ver que no hay comida en la cena. Por lo general, lloran y duermen, cuando viene un vehículo a la comunidad salen y corren pensando que es la ayuda humanitaria”, indica Rosalba Ernesto, habitante de Santa Clara.

Comunidad Santa Clara

Ella explica que apenas dos organizaciones civiles (Cejudhcan y Pri Laka) y la iglesia Católica lograron llevarles alimentos después del paso de dos huracanes en noviembre de 2020. La destrucción del hábitat también trajo la competencia de las aves que se están comiendo las semillas recién plantadas; sin embargo, en los caminos a veces ven loras y lapas muertas de inanición. “Eso significa que se avecina una crisis muy grande, quién sabe cómo estaremos vivos más adelante”, aseguró Rosalba Livingston.

Ella resume la situación de los misquitos en esta zona de la siguiente manera: “Es muy difícil la vida en la comunidad, estamos asediados por colonos que nos quitaron todas las tierras, con el paso de los dos huracanes los cultivos han sido dañados, los caminos están llenos de escombros y los pocos cultivos desaparecieron, pero este es nuestro pueblo, no tenemos a donde ir, debemos sobrevivir a como dé lugar”.