* Desde el exilio, activistas conmemoran a las víctimas del 30 de mayo. Denuncian la represión estatal que aún sostiene a la dictadura en Nicaragua.
** A siete años de la masacre que marcó con sangre el Día de las Madres, el régimen Ortega-Murillo sigue manipulando la historia.
Expediente Público / Washington DC
Ya pasaron siete años de las protestas sociales para exigir democracia en Nicaragua y mayo fue uno de los meses más violentos de 2018. Los asesinatos de manifestantes, a manos de elementos del Estado, marcaron una huella en el país centroamericano.
El movimiento que activó aquellas protestas sigue vivo, aunque fragmentado en el exilio.
Lésther Alemán, uno de los jóvenes que plantó cara a Daniel Ortega exigiendo su renuncia en 2018, pagaría eso con cárcel, como cientos de opositores.
Posteriormente sería desterrado, en febrero de 2023 a Washington en el mayor grupo de prisioneros entregados a Estados Unidos.
Alemán comenta a Expediente Publico que el “profundo rechazo a la dictadura persiste”, pero no se puede negar que a siete años impera aún más el miedo.
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Un miedo que persiste por las represalias tanto en el ámbito interno de Nicaragua, para los que se quedaron en el país, así como para los que están en el exterior y tienen familias allá.

“El temor es nuestro mayor enemigo en este momento, no es ni la dictadura, es el temor, porque ese mismo miedo se sintió en 2018, claro. Lo que pasa que ahora te ves fuera y no puedes ver a tu familia. A medida que ellos (dictadura) van elevando la represión, también van llenándose de temor y es lo que nos dificulta (accionar), pero eso no quiere decir que haya desaliento”, explica Alemán.
Protestar por los que no pueden
Desde el área de Washington DC la nicaragüense Emilseth Cortez comenta a Expediente Público que, aunque la lucha ha sido larga, confía en “que de frutos”.
No ve otra opción que plantar cara a la dictadura desde el exilio, como contrapeso a que la gente dentro del país no puede hacerla por temor a la represión gubernamental que tiene el control total del Estado.
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En abril pasado aprovechó junto a su familia un plantón frente a la Embajada de Nicaragua en Washington para recordar la lucha de abril y a las personas que perecieron en la represión que duró todo aquel año con mayo como punto de inflexión.
Cortez es enfática que sólo queda “seguir luchando con la diferencia de que nuestros hermanos nicaragüenses (en el país) están ahora amenazados, están silenciados, no pueden salir a las calles” para expresar su opinión en público.
La represión en Nicaragua instaurada desde abril de 2018 con el inicio de las protestas dejó claro que la dictadura “disparaba a matar” como calificó la gravedad en el momento Amnistía Internacional cuando ya se contaban 91 fallecidos.

Aún faltaba por verse una de las jornadas más sangrientas, la matanza de opositores del 30 de mayo de 2018, en una jornada considerada “la madre de todas las protestas” porque coincidió con la fecha en que en Nicaragua se celebra el Día de la Madre.
En aquella jornada las fuerzas represivas dispararon a mansalva contra estudiantes y adultos mayores que participaban en las protestas, con disparos certeros a la cabeza y al pecho, siendo la mayor escalada en los alrededores del Estadio Nacional y la Universidad Nacional de Ingeniería en Managua, entre otros puntos del país.
Las violaciones a derechos humanos
Los organismos de derechos humanos y la comunidad internacional estiman la cifra de sangrietas de aquella jornada en al menos 15 muertos y unos 199 heridos.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que para entonces tenía instalado un Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) para identificar a los actores involucrados en las decenas de muertos desde el inicio de las protestas, concluyó que las muertes fueron claramente “perpetradas en forma directa por efectivos policiales y personas de civil actuando junto a ellos”.
Un informe preliminar a finales de aquel año señaló la seriedad de la crisis.
En días recientes la CIDH en su informe anual 2024 sobre la situación de los derechos humanos en la región, enfatiza el caso de Nicaragua que continúa en una situación crítica en el continente americano.
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“En el contexto de la represión estatal, Nicaragua llevó a cabo conductas que pueden configurar crímenes de lesa humanidad, tales como asesinato, privación de la libertad, violación, tortura y desaparición forzada”, dijo la CIDH en su informe reciente.
Las acciones del gobierno tuvieron de fondo “acallar los reclamos sociales y retomar el control del espacio público”, en una ola represiva sin precedentes en el país centroamericano.
Objetivo es concentrar el poder
A siete años de aquellas protestas, la CIDH continúa recopilando información de Nicaragua que indica que en la actualidad se registran “nuevas acciones que tendrían por finalidad perpetuar el régimen totalitario de concentración de poder en la familia presidencial”.

También persisten las graves y sistemáticas violaciones a los derechos humanos en el país con acciones que van desde “detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, graves condiciones de detención y hechos de tortura, privación arbitraria de la nacionalidad y la prohibición de retorno al país” para miles de sus nacionales.
Se suma la persecución religiosa, el destierro y severas restricciones al uso del espacio cívico tanto en las esferas físicas así como en el entorno digital.
La resistencia de largo aliento
El nicaragüense Luis Sanz comenta a Expediente Público en Washington DC que la resistencia se mantiene viva por individuos que de uno en uno mantienen el espíritu de denuncia sobre la dictadura, al aprovechar el espacio digital para mantener pulso.
“No tenemos un grupo, pero somos parte de la resistencia porque vivimos todo lo que sucedió en el 2018”, explica Sanz, quien recuerda el 30 de mayo como punto de inflexión, si bien él estuvo en las protestas en Chinandega la unidad de la oposición funcionó al unísono a nivel nacional, dice.
“Hemos estado como activistas digitales” desde 2018, y cada momento ha merecido enfocar los mensajes, durante aquellos días como “denunciar las masacres”, luego hacer frente como resistencia para apoyar a los presos políticos.
Emilseth Cortés agrega que “aquella lucha iniciada en abril sigue, con la diferencia que ahora hay muchas más represión en Nicaragua”, y la ciudadanía en general es conciente del riesgo de «ir a la cárcel o te torturan, por eso están callados”.
Cortés enfatiza que “los que estamos afuera somos los únicos que talvez podemos hablar”.
Lésther Alemán dice que el temor termina siendo como una espada de doble filo: “porque la valentía no se ve como ausencia del temor, sino como fortaleza y administración de nuestros miedos”, esto de cara al reto para los organizadores de aglomerar nicaragüenses para mostrar el rechazo a la dictadura en su país.
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De uno en uno al colectivo
Oswaldo de León, radicado en Washington DC ha estado involucrado en iniciativas para movilizar a los nicaragüenses hacia la causa pro democracia en su país natal.
Esta tarea inició en 2018 para lograr la atención de la comunidad internacional con convocatorias entonces ante la Organización de Estados Americanos (OEA) para obligar un giro en el país que se adentraba en la crisis.
Hoy, continúa como “autoconvocado” para oxigenar el movimiento, pues desde 2018 surgieron diferentes grupos que veían la situación del país bajo diferentes ópticas lo que llevó a desacuerdos en las formas, aunque nunca en la necesidad de recuperar la democracia en el país.
Este activista dice a Expediente Público que en estos siete años “la llama se ha incrementado, aunque han bajado un poco los ánimos”.
“Esa llama no se ha apagado, continúa viva en diferentes actividades que tanto a nivel individual o de organizaciones que emprendemos”, sostuvo.
De León agrega que la sangre de los centenares de muertos en aquellas protestas es un “compromiso” que ha ayudado a los nicaragüenses para mantener viva la lucha y la esperanza, pero también para “elevar nuestro grado de organización y de trabajo un poco más minucioso”.
En la actualidad reconoce este activista hay mayores problemas y demandas. A nivel interno aseguró que las acciones deben enfocarse en el “debilitamiento de la dictadura” para lograr la añorada libertad en Nicaragua.