* En cuatro décadas, Honduras no logra consolidar un sistema democrático, revela estudio con las claves de este proceso fallido.
*** La corrupción y el clientelismo erosionan la democracia, señala investigación de la Fundación para el Estudio de Sistemas Electorales.
Expediente Público
A pesar de cuatro décadas de transición a la democracia en Honduras, este sistema político sigue inconcluso y actualmente debilitado, principalmente por los malos resultados que genera la clase política, revela un estudio de la Fundación para el Estudio de Sistemas Electorales (IFES, por sus siglas en inglés).
Los hondureños consideran que sus políticos forman parte del problema, lo que debilita la confianza en las instituciones, y a largo plazo, en la democracia misma, concluyen las coautoras principales de la investigación Julieta Castellanos y Thelma Mejía.
El «Estudio de cultura cívica y convivencia en Honduras», presentado el 18 de octubre, destaca la “adhesión difusa” a los principios democráticos por parte de la población.
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Aunque los hondureños ven el voto como una forma de participación política, también muestran tendencia hacia la no observancia o el cumplimiento selectivo de las leyes y normas de convivencia.
La población percibe que las instituciones operan de manera clientelista, que los partidos las han capturado y que el Estado actúa con discriminación.
Tendencias autoritarias
“Si bien los hondureños rechazan en su mayoría los regímenes autoritarios, el riesgo de caer en uno de ellos es creciente ante esa desafección con la política, la ausencia de liderazgos y el surgimiento de los populismos”, explicó a Expediente Público Mejía, coautora de la investigación.
Honduras está dentro de los países con una democracia híbrida como cataloga The Economist, es decir, “o giramos a fortalecer la democracia y sus instituciones, o nos vamos a una deriva autoritaria. Esos riesgos están identificados en el estudio”, indicó.
Otro rasgo destacado son los altos niveles de intolerancia hacia otras ideas políticas y grupos con preferencias diferentes, junto con una creciente inclinación hacia “liderazgos fuertes” y un miedo generalizado a las instituciones, los vecinos, ante el futuro.
El estudio señala que a las y los hondureños no les gusta el Estado que se construyó en estas décadas y no son optimistas frente al futuro.
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Marcelo Varela-Erasheva, director residente de IFES Honduras, coordinó esta investigación con la colaboración de autores invitados como Alejandra Bustillo Fromm, oficial del programa de Educación Cívica de IFES; Carlos Denton, presidente de la encuestadora CID Gallup; y Yanina Welp, del Centro sobre Democracia Albert Hirschman de Ginebra, Suiza.
Julieta Castellanos, una de las coautoras, fue rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y Thelma Mejía es investigadora asociada al Centro de Documentación de Honduras (CEDOH).
Dinamita a la confianza en las instituciones
El estudio detalla que, a pesar de algunos progresos en cuatro décadas de transición democrática, como la disminución del analfabetismo, solo la generación que vivió el proceso desde el inicio percibe este desarrollo.
Las generaciones más jóvenes ven poca mejoría en su calidad de vida, lo que aumenta la propensión a aceptar el autoritarismo como respuesta.
Para el análisis se realizaron 30 grupos focales y 62 entrevistas entre el 13 y el 27 de abril de 2023 en los 18 departamentos de Honduras.
Un detonante importante para la pérdida de confianza en la democracia hondureña fue la llegada al poder de Juan Orlando Hernández en 2014, expresidente ahora condenado por narcotráfico en Estados Unidos.
“En los más de cuarenta años de construcción democrática, la democracia y las élites políticas no han conectado con la sociedad, con la gente”, precisó Mejía.
“Los problemas de la política y la gestión del poder, la corrupción, la política, los políticos y el nepotismo, muestran un malestar ciudadano, un malestar con las formas autoritarias”, dijo la investigadora.
Educados para aguantar
El miedo impregna las relaciones en Honduras a todos los niveles, desde el temor a los grupos criminales hasta a las fuerzas de seguridad.
Además, los ciudadanos perciben las elecciones como la única oportunidad de cambio, lo que mantiene relativamente alta la participación electoral, aunque está en declive.
Por otro lado, la participación comunitaria se fortalece en la ausencia del Estado, mientras se buscan soluciones de conflictos ilegítimas, como el uso de la violencia.
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Mejía enfocó que encontraron que los hondureños tienen claros los valores de igualdad, libertad, solidaridad, tolerancia, pero en ésta última el concepto que tienen es de “aguante” de “amansamiento”.
“Pareciera que el país se ha ido fortaleciendo en una cultura de docilidad y amansamiento”, dijo.
Construir democracia en Honduras
El estudio concluye que «en el país no ha habido un proyecto político cuyo propósito fuera la construcción de ciudadanía, de una sociedad de demócratas, de ciudadanos conocedores de la democracia, sus instituciones, su funcionamiento, de sus deberes y derechos cívicos».
“No ha habido un proceso de construcción intencionada de una cultura cívica democrática y de convivencia con base en sus normas”, agregan las coautoras.
Las investigadoras también señalan patrones autoritarios en las élites políticas y una cultura de partidos arraigada en el clientelismo, personalismo y caudillismo, sin una ideología política clara que permita formular propuestas para la construcción de nación.
Del mismo modo, la propuesta para revertir la tendencia autoritaria en la sociedad hondureña se enfoca en la educación cívica desde las escuelas.
“Se hace necesario, desde la educación pública, identificar y definir los principios y valores democráticos que se deben fortalecer en estas y las nuevas generaciones”, propuso Mejía.
Esto incluye una estrategia integral que involucre a diversos actores sociales, políticos, de sociedad civil y de la cooperación que contribuyan al fortalecimiento de los principios democráticos.
Una sociedad democrática no se compone de «habitantes-clientes electorales”, sino, de una ciudadanía bien formada, capaz de mejorar los mecanismos de controla sobre el Estado y las instituciones, transparentar la gestión pública, fortalecer la gobernanza democrática y mejorar la calidad de la convivencia, concluye la investigación.
Mejía propone, en este sentido, una consulta «desde abajo hacia arriba, es decir, desde la base hasta las cúpulas, y una política de Estado de formación cívica y ciudadana en principios y valores democráticos y de Estado de Derecho”.