Gonzalo Carrión: Represión en Nicaragua como en “tiempos de guerra”

Gonzalo Carrión: Represión en Nicaragua como en “tiempos de guerra”

* En entrevista con Expediente Público, el fundador del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, analiza los desafíos de denunciar sus crímenes de la dictadura Ortega Murillo desde el exilio.

** Carrión explica la metamorfosis represiva de la dictadura frente al aislamiento internacional y la presión de la diáspora.


Expediente Público

“Nunca como ahora” se habían vivido niveles de represión como los que impone la dictadura de Daniel Ortega, afirma el abogado Gonzalo Carrión, quien tiene cuatro décadas de activismo social y defensa de derechos humanos en Nicaragua. 

Carrión, uno de los fundadores en el exilio del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, reconoce que todos los gobiernos, en algún momento, incurren en violaciones. 

Sin embargo, asegura que las acciones cometidas por el sandinismo ahora solo pueden compararse con crímenes que ocurren en contextos de guerra, aunque —aclara— el país no está en un conflicto armado. 

En los últimos siete años, él mismo se ha convertido en una prueba viviente de la voracidad represiva de la dictadura sandinista.

Fue criminalizado por denunciar la masacre en el barrio Carlos Marx, en Managua, donde seis personas —incluyendo dos menores— murieron calcinadas durante la brutal represión a las protestas de 2018.  

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También fue señalado como supuesto “encubridor” de ese crimen, además, fue perseguido y forzado al exilio, despojado de su nacionalidad y sus bienes, y eliminado del registro civil nicaragüense. 

Gonzalo Carrión: Régimen readapta represión 

En esta entrevista a Expediente Público, Carrión analiza la evolución de la represión en Nicaragua, el grave deterioro de los derechos humanos, los desafíos para denunciar los abusos y violaciones que se cometen contra los nicaragüenses dentro y fuera del país desde el exilio, el rol de la comunidad internacional en esas denuncias y los sistemas de justicia internacional frente a la impunidad.

A pesar de la embestida del régimen sandinista, que ha dejado en Carrión secuelas físicas y emocionales, el defensor no se doblega. No habla desde la frustración, sino, desde la convicción, asegura que, aunque estuvo “en una situación dura, severa, aquí estoy contando el cuento y sigo como defensor de derechos humanos”. 

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¿Cuáles han sido los puntos de inflexión en el deterioro de la situación de derechos humanos bajo el régimen de Ortega? 

Yo soy un convencido de esos años acumulados, que son un poco más de la mitad de mi vida, que en todos los tipos de gobiernos se violan los derechos humanos. Eso es una experiencia vivida, comprobada, pero nunca con la dimensión de ahora. 

A partir de que vuelve al poder Daniel Ortega en 2007, comienza esa señal grave, porque desde los primeros pasos comenzaron a tomar medidas propias de regímenes autoritarios.  

Los abusos de la dinastía empezaron temprano

Y desde nuestra labor, desde mi experiencia donde yo trabajaba, que era el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) —una de las primeras oenegés cerradas—, nos dedicamos incluso no solo a observarlo, sino a decir cómo se venían dando pasos, medidas, con actos de Estado que eran verdaderos abusos de poder, y los venimos señalando desde antes de 2018. 

Ya el régimen de Ortega, y después con su matrimonio (con Rosario Murillo), hicieron fórmula abusiva en la Presidencia (crearon una especie de cogobierno); se venían realizando ejecuciones en el campo.  

Se venía abusando del poder, de tal manera que, a partir de abril de 2018, lo que se da es una legítima expresión de ciudadanía, de mucha ciudadanía, ante ese acumulado de abuso de poder. 

Abril fue precisamente como un punto de llegada y de inicio de una nueva etapa, y es una etapa de represión, pero de mucha ciudadanía.  

Por mi experiencia yo digo: La persecución sistemática que vivimos ahora no tiene comparación en la historia de nuestro país, solo equiparable, aunque de forma imperfecta dada la ausencia de guerra, a graves situaciones de derechos humanos en contextos bélicos. 

Desafíos para defensores

¿Qué desafíos específicos presenta esta nueva etapa? 

A finales de diciembre de 2018, pocos días después del asalto a las instalaciones del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) tras su arbitraria cancelación, cuando tanto la organización como yo fuimos criminalizados. 

En mi caso particular, la criminalización se centró en una acusación que me vinculaba con uno de los crímenes de lesa humanidad más atroces cometidos por agentes paramilitares con la complicidad de agentes institucionales. 

Este crimen fue el incendio de una vivienda en el barrio Carlos Marx, donde tuve la oportunidad de estar presente y condenar los hechos. En mi rol como defensor de derechos humanos, junto con un equipo, llegamos al lugar pocas horas después del suceso y allí denuncié ese terrible acto de terror que cobró la vida de seis personas, incluyendo dos niños, junto a sus abuelos y padres. 

Seis meses después, esta acción fue tomada como venganza por el régimen, cuando el Cenidh ya estaba cerrado. Se me criminalizó e involucró falsamente como encubridor de ese crimen, lo que provocó la salida de colegas hacia Costa Rica. Posteriormente, me uní a ellos en el exilio y, asumiendo este gran desafío, pudimos darle continuidad a nuestro compromiso con la defensa de los derechos humanos.» 

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Defensores se reinventan en el exilio

No sé cómo hicimos, porque nuestros cuerpos estaban sumamente trastornados, pero con los colegas (del CENIDH) nos sentamos y, determinados —por eso te hablo yo, por dicha la vida nos dio esas luces—, de seguir haciendo lo que hacíamos en Nicaragua y darle continuidad a ese compromiso.  

Asumimos el desafío y creamos el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, desde el exilio. Y, cuando uno hace el recorrido, ahora que conmemoramos los seis años que ha desfilado el Colectivo, miramos cómo hemos logrado documentar lo que sucede en Nicaragua, acompañando el dolor de mucha gente que ha confiado en nosotros. 

Y, desde el Colectivo, hemos podido sumar nuestras voces, continuar ejerciendo ciudadanía en la defensa de los derechos humanos con lo que pasa en Nicaragua. 

¿Cuál es tu evaluación muy precisa sobre el papel, la efectividad que han tenido los organismos internacionales de derechos humanos en cuanto a Nicaragua? 

En materia de derechos humanos, lo que se llama el sistema de protección en materia de derechos humanos a nivel internacional, opera mucho más cuando los Estados, los países, a lo interno no te dan ninguna garantía de que un abuso de poder, una grave violación de derechos humanos se pueda ventilar en el país. 

Víctimas esperan justicia

En Nicaragua, y después de más de siete años de sistemática represión, ningún crimen de lesa humanidad, ninguna grave violación de derechos humanos se ha esclarecido plenamente, ninguna sola.  

Por eso, de manera subsidiaria y complementaria —y en este momento es la principal alternativa—, las víctimas acudimos al sistema de protección, tanto interamericano como universal. 

Ha sido una experiencia también muy rica. Creo que ha contribuido y se ha logrado un impacto porque —ahí vale decir— hace tres años el Consejo de Derechos Humanos creó el Grupo de Expertos para Nicaragua, y recientemente publicó un informe muy contundente Dicho informe, sigue dando a conocer lo que pasa en Nicaragua con todo y que el régimen actúa con desprecio a los derechos humanos y a los mecanismos, tanto nacionales —que los ha exterminado— como a nivel internacional, anunciando que se sale de esos espacios. 

El valor que tiene la documentación no es solo el valor de documentar, sino de documentar correctamente, debidamente, para la memoria y para esa búsqueda que las víctimas mantienen firmes: por la verdad, la justicia, para que los perpetradores de graves violaciones a derechos humanos rindan cuentas.  

Entonces, vamos a seguir documentando, denunciando públicamente, para que la información en Nicaragua no se apague, y la comunidad internacional siga pidiendo cuentas al régimen tiránico de la familia Ortega Murillo. 

Llamado a diáspora y exilio 

¿Cuáles han sido los obstáculos más notables desde el exilio? ¿Cuál sería el mensaje a la diáspora nicaragüense?

La verdadera tragedia que ha provocado la tiranía Ortega-Murillo, es que ha atentado contra el proyecto de vida de la gran mayoría del pueblo nicaragüense, de personas con dolor, con sentimiento, de gente que ha perdido mucho.  

Entonces, yo tengo que hablar objetivamente, y después de siete años de sistemática represión, el deseo legítimo de las personas es que en Nicaragua podamos gozar de libertad y sin miedo, que podamos escoger a quienes van a administrar nuestros destinos, no a estos que tenemos.  

El final deseado se ha prolongado, y eso provoca, efectivamente, algo de desaliento. Muchas personas están desgastadas. 

“Dictaduras caen” 

Pero quiero decir un mensaje en términos personales. Yo, por ejemplo, a mí me despojaron de mi nacionalidad, y el despojo de mi nacionalidad se pasó llevando a mi núcleo familiar: a mi esposa, a mis hijas. La casa que nos costó, como consecuencia del despojo de mi nacionalidad, nos la robaron. La asaltaron.  

Me han despojado de mi pensión de vejez. Dicen ellos que ya no soy abogado y notario a perpetuidad. Es decir, una andanada en contra de mi persona, de mi integridad, de mis derechos. Pero lo que quiero reflexionar con todo esto es que aquí estamos (…). No tengo frustración. Al contrario, con más de seis años en el exilio, nos mantenemos firmes haciendo esta labor.  

Y expresamos ese ánimo al exilio. ¡Ánimo, querida población fuera del país! Somos bastantes. Es un éxodo sin precedentes en la historia de Nicaragua. Pero esto vale la pena, porque hemos tenido la razón. (…). Y vamos con esa convicción a retornar, porque tenemos esa convicción y porque todas las dictaduras caen. 

Lucha personal

¿Cómo viviste esta etapa represiva alejado de los tuyos, de tu país?

El 23 de junio (de 2023) fue una coincidencia. Esa fecha tenía cita (médica) en Costa Rica y, de hecho, en Costa Rica no es el Día del Padre (como en Nicaragua). La cita estaba para esa fecha, de lo que fue la biopsia, y el especialista me dio los resultados y me dijo: “Usted tiene cáncer”.  

Estaba acompañado de mi esposa, nuestras hijas. Yo te digo, claro, es un campanazo que te llega fuerte, te estremece, pero lo recibí con entereza.  

Fui golpeado por eso, y ese año fue especial en ese sentido, porque en noviembre me hacen la intervención de cara a eliminar el cáncer. En ese sentido, en términos de salud, fue de buenas y de malas (condiciones). 

Salud y resiliencia 

La buena es que supe del cáncer estando fuera, en el exilio. Porque me imagino lo que yo hubiera podido sentir, pasar, sufrir teniendo cáncer en Nicaragua, con el cáncer mayor que tenemos en el país.  

Ahí sí se me hubiera movido el piso más, porque solo dos cosas me podían pasar: o me pasaban la cuenta, o me pasaban la cuenta. Y malas porque, tal vez no necesariamente, en las diferentes épocas no fui tratado como se merece, con la dignidad de toda persona. Tengo buenas y malas experiencias en el sistema de atención. 

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¿Qué reflexiones te dejó pasar por ese proceso doloroso al momento de retomar tu labor de derechos humanos?

En primer lugar, que nuestra vida es pasajera. Estamos de pasada y no podemos, en ese caso, descuidar nuestra salud. Y, obviamente, que nuestra salud está golpeada física y emocionalmente por la forma en que hemos vivido en estos últimos años. Y nadie se merece eso, porque, independientemente de que uno pueda vivir en pobreza, por ejemplo, estar en tu charco (en tu país) es lo mejor. 

Yo debería estar pensionado en Nicaragua, pero me ha tocado esto. Y lo que quiero reflexionar con el tema del cáncer es, uno, particularmente para los hombres (…) que, influenciados por una cultura sumamente machista, no atendemos lo que es la salud.  

Solidaridad en el exilio

Yo lo hice hasta que mi cuerpo comenzó a manifestar alguna incomodidad. De hecho, en Nicaragua me monitoreaba mi salud y tuve algunas señales, pero, probablemente, con la suma del cuerpo estresado esas cosas se desarrollan.  

Porque hay especialistas que te indican que el cáncer se alimenta de personas que están sumamente estresadas, que pasan por depresión. (…). Entonces, el mensaje es: cuiden su cuerpo, háganse exámenes, pregúntense cómo se siente. 

Yo no anuncié, no dije esto del cáncer, no me he manifestado sobre esto para provocar lástima sobre mi persona. No lo he hecho. Pero sí tengo que distinguir que he recibido el calor de la solidaridad de gente que me conoce.  

Y, como decimos mucho en Nicaragua, popularmente: que no me dejaron morir. Yo estuve en una situación dura, severa, pero aquí estoy contando el cuento y sigo como defensor de derechos humanos.