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La oposición nicaragüense enfrenta cinco retos

*Analistas y líderes disidentes advierten que la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo muestra signos de descomposición interna, pero que la oposición aún carece de una estrategia clara para recuperar la democracia.

** La deteriorada salud de Daniel Ortega abre el escenario de una posible transición política a corto o mediano plazo, pero sin garantías de democratización.


Expediente Público / Washington

La oposición nicaragüense enfrenta retos que no ha logrado resolver desde las protestas de 2018. A pesar del deterioro político y económico del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, la dispersión de las fuerzas democráticas, la represión estatal y la distancia entre los exiliados y quienes permanecen dentro del país dificultan la posibilidad de una alternativa democrática.

Expediente Público conversó con dirigentes opositores exiliados para comprender de primera voz cómo se plantean las cuestiones clave para afrontar un proceso de sustitución de la dictadura. También con analistas que señalan las debilidades y los retos que plantea el caso nicaragüense.

Algunos de ellos sufrieron la cárcel antes de ser desterrados del país en febrero de 2023, sin derecho a nacionalidad, luego de intentar competir en las urnas contra las cabezas del régimen.

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La corrosión del aparato sandinista

Mientras la disidencia exiliada en Costa Rica, Estados Unidos y España busca espacios para recuperar la libertad de su país, sin un punto común de acción, la maquinaria sandinista se ha corroído dentro de Nicaragua.

Ernesto Medina, exrector de la Universidad Americana (UAM), desnacionalizado y exiliado en España, dijo a Expediente Público que “la dictadura está más consolidada en sus mecanismos de represión y control, pero también muestra signos de deterioro (…) Hay una división en la cúpula del Frente Sandinista, motivada por la ambición de poder de Rosario Murillo, y un deterioro económico que se agravará si continúan las deportaciones y disminuyen las remesas”.

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A eso se suman las posibles sanciones comerciales sugeridas por la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos (USTR, en inglés), que podrían llevar al retiro de Nicaragua del Tratado de Libre Comercio entre EE.UU., Centroamérica y República Dominicana, (CAFTA).

A pesar de estos problemas de la dictadura, no se visualizan actores de la disidencia que estén capitalizando ese descontento tanto en la ciudadanía como al interior del Frente Sandinista.

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Los cinco retos de la oposición

Para Félix Maradiaga, dirigente político de la Fundación para la Libertad Nicaragua, el exilio se ha convertido en un espacio vital de organización, pero también en un desafío logístico y emocional.

“Más del 15% de la población ha sido forzada al exilio. Sin embargo, los campesinos, estudiantes y organizaciones civiles siguen luchando desde afuera”, explica Maradiaga, que identifica cinco pilares estratégicos para reconstruir la resistencia.

En primer lugar, dice que el consenso de organizaciones tiene que “internacionalizar la lucha contra la dictadura”. Para él, esto es clave para denunciar las alianzas de Ortega con Rusia, China e Irán, que sobrepasan el riesgo de una cuestión interna del país y exponen a otros países, especialmente a Estados Unidos. 

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La segunda estrategia es “conectar el exilio con la resistencia interna”, lo que Maradiaga llama “el cordón umbilical” entre quienes están fuera y los que siguen dentro del país reprimidos bajo el terror a ser encarcelados y expropiados de sus bienes.

“Dentro de Nicaragua hay expresiones silenciosas de resistencia y el cambio político debe también tener como elemento fundamental una resistencia interna”, sostiene el activista desnacionalizado.

El tercer punto importante es “golpear la billetera del régimen”, impulsando sanciones y bloqueando los canales financieros del poder sandinista.

El cuarto pilar es mantener la denuncia por violaciones a derechos humanos ante organismos internacionales y documentar todos los sucesos para luego entablar procesos judiciales.

Sobre esto ha habido avances. El Grupo de Expertos en Derechos Humanos para Nicaragua (GHREN) presentó su informe ante el pleno de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el 30 de octubre pasado, denunciando graves violaciones de la dictadura.

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Como punto final, Madariaga propone construir una oposición unida, visible y creíble, que se convierta en alternativa de poder real para encarar una salida de la dictadura.

Maradiaga reconoce que, a pesar de estos esfuerzos, la unidad sigue siendo el principal obstáculo. “No tenemos la unidad que quisiéramos, pero sí acuerdos con los grupos más serios. Aun así, hay sectores más concentrados en distraer que en trabajar por los objetivos comunes”, reclama.

Un régimen agotado y sin contrapeso interno

Medina resalta que el régimen Ortega-Murillo mantiene el control de las principales instituciones —Policía, Ejército, medios de comunicación y sistema judicial—, pero enfrenta un desgaste que podría acelerar un colapso político. Sin embargo, dentro del país “no existe oposición real”, debido al miedo, la censura y la persecución.

El descontento popular, sostiene, “sigue ahí, soterrado, oprimido por la omnipresencia de la policía”, pero sin organización ni liderazgo, asegura Medina. Y lamenta que, con la oposición en el exilio, los esfuerzos por articular una oposición coherente haya fracasado repetidamente.

La división ideológica también pesa, advierte este académico, pues “con la llegada de Trump al poder, los sectores más derechistas de la oposición se han envalentonado” y “muchos creen que la receta vendrá de Estados Unidos y que no hace falta construir acuerdos internos”.

Una oposición diversa y unida

Félix Maradiaga sostiene que la diversidad ideológica que fragmenta al movimiento opositor no debe verse como un obstáculo, sino como una riqueza para el objetivo de alcanzar la democracia.

“Toda democracia necesita una derecha democrática, un centro democrático y una izquierda democrática. No se trata de borrar las diferencias, sino de convivir con ellas”, explica.

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No obstante, reconoce que la polarización global también ha contaminado al exilio. “Los nicaragüenses en España o Estados Unidos a veces reproducen las divisiones políticas de esos países”, sostiene.

Medardo Mairena, líder campesino de la Gran Confederación Opositora, afirma que, si se establecen prioridades y criterios con acciones concretas, se ampliarían las posibilidades de unificar la fragmentada oposición.

Todo el trabajo debe guiarse por el objetivo principal de salir de la dictadura “para que podamos alcanzar el retorno seguro de los exiliados, la justicia por los asesinados, pero también la libertad de Nicaragua, que es el destino final de nuestra lucha”, resalta.

Para Mairena, es necesario trazar las líneas primarias que puedan interconectar las diferentes demandas de los distintos grupos que conforman la oposición, y que los liderazgos de todo el espectro trabajen en consonancia para esa unidad clave para afrontar el momento.

Un futuro sin Ortega: oportunidad y riesgo

Daniel Ortega está próximo a cumplir 80 años y, según ha trascendido en investigaciones periodísticas, padecería lupus eritematoso sistémico, insuficiencia renal crónica y enfermedades cardíacas. Además, en los últimos meses, ha aparecido públicamente con una notable imagen deteriorada.

Por estos hechos, la oposición se ha planteado un escenario sin Ortega al frente de la dictadura.

Juan Sebastián Chamorro, exprecandidato presidencial y dirigente de Concertación Democrática Nicaragüense (CDN) dice a Expediente Público que el evento de la muerte de Ortega sí representa una oportunidad para la oposición.

Chamorro recuerda que, desde febrero de este año, está en vigor la llamada Constitución “Chamuca” en Nicaragua, que elevó a Rosario Murillo al rango constitucional de copresidenta, para asumir en caso de que Ortega muera o renuncie, e incluso para instaurar una dinastía.

Para Chamorro, “es bien importante trabajar en acciones que debiliten la posibilidad de esa transición suave que ella (Murillo) ya tiene en marcha”.

Ernesto Medina coincide en que la salida de Ortega abriría una ventana de oportunidad a la oposición, pues “Rosario Murillo no tiene el liderazgo ni la legitimidad para mantener el control (…). Muchos en el Frente Sandinista la detestan y, si Ortega muere, podrían mover ficha para desplazarla”.

Sin embargo, advierte que el trabajo político para ese escenario no se ha hecho. “Deberíamos estar hablando con los sectores del Frente que se sienten amenazados por Murillo”, pero “estamos a la espera de que se muera Ortega y a ver qué pasa’”, afirma.

El vacío de poder que podría seguir a la muerte del dictador plantea preguntas sobre el reparto del poder económico, político y militar, hoy concentrado en un círculo estrecho de leales a la pareja presidencial. Una transición abrupta podría desatar pugnas internas y crisis institucional, coinciden los analistas.

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El riesgo de la irrelevancia

Sin embargo, para algunos activistas como Alex Hernández, exiliado en Estados Unidos, el problema en este momento es que la oposición parece irrelevante como alternativa al poder real instaurado.

“Necesitamos una oposición nicaragüense que pase más de ser reaccionaria a tomar acción contra la dictadura nicaragüense” y “se necesitan mensajes que indiquen al pueblo nicaragüense que se está avanzando hacia la consecución de esas libertades”, agrega.

Para este activista, centrar la esperanza en el final de la dictadura con que la muerte de Ortega deja ver que “se está apostando hacia otros elementos externos al actuar real de la oposición para la salida de Ortega”.

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Alexa Zamora, defensora de derechos humanos y activista exiliada en España, no comparte del todo esa postura, pues ella considera que hasta el momento las distintas plataformas están trabajando como cualquier disidencia de un país bajo dictadura.

Sí se debe plantear objetivamente el escenario de la muerte de Ortega porque, si bien es una oportunidad ante el complejo panorama del país, las fuerzas opositoras no deben concentrar su esperanza en ese hecho.

“Los peores escenarios nos llevan a Cuba y a Venezuela que, pese a la muerte de Fidel (Castro), pese a la muerte de (Hugo) Chávez, la dictadura siguió un proceso institucional en el cual la muerte del dictador no significó la muerte de la dictadura, sino incluso un recrudecimiento”, apunta.

Y advierte que, ante la eventual muerte de Ortega, es difícil pensar en resultados positivos si los “actores prodemocracia no han logrado construir una masa crítica favorable que propicie un cambio en la correlación del poder”.

El plan de los 100 días

No obstante, Félix Maradiaga reconoce que dentro de la oposición organizada si existe un plan de emergencia de 100 días “muy claro y con acciones concretas” para el momento del final de Ortega.

Este estaría basado en aprovechar los apoyos de países amigos y la comunidad internacional para encontrar espacio dentro de Nicaragua, descartando la creación de un gobierno paralelo en el exilio.

“Me parece a mí lamentable que tengamos que ver a la naturaleza, que a todo ser humano le llegará su hora, como un elemento importante del análisis” puntualiza Maradiaga.

Ante cualquier escenario

Alexa Zamora enfatiza que desde la oposición deben plantearse todos los escenarios posibles, incluso aquel en que Rosario Murillo no logre consolidar el poder, sino que otros actores del núcleo de Ortega se posicionen por intereses económicos y perpetúen la dictadura por algunos años más.

Y es ahí donde la disidencia debe plantearse una carrera de largo aliento como la ejercida por la oposición venezolana que ha realizado un trabajo ejemplar al ganar las elecciones presidenciales, documentando el triunfo, lo cual ha tenido un peso enorme para el aislamiento internacional del régimen.

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¿Cabe un plan armado?

La salida por la vía democrática es la más aceptada entre los actores consultados. Sin embargo, también se habla de sacar a Ortega – Murillo con las armas.

“Mucho se ha hablado de eso y, para serte sincera, la gente que más veo hablando de una revolución armada es la menos dispuesta a estar en el frente. No creo que la ciudadanía nicaragüense quiera hacer eso, primero porque necesitas reclutar personas que estarían dispuestas a matar o a morir”, apunta Alexa Zamora.

Los analistas coinciden que uno de los procesos óptimos seria que se logre un cambio de correlación de fuerzas en que la dictadura, con Ortega o sin él, se vea obligada a negociar con los actores prodemocracia que se perfilen como opción de poder.

Porque el desmantelamiento de una dictadura tan consolidada demandará construir condiciones que permitan a los actores democráticos llegar a elecciones libres, aunque en principio no cubran todas las expectativas para salir de la profunda crisis.