Pablo Zeballos: El crimen organizado es un modelo económico

Pablo Zeballos: El crimen organizado es un modelo económico

* El experto en crimen organizado Pablo Zeballos explicó a Expediente Público cómo se fragmentaron los grupos criminales en América Latina.

**El investigador también mantiene la tesis de que la violencia no se resuelve desde una perspectiva fundamentalista de seguridad, sino que debe ampliarse al enfoque social.


Expediente Público

Pablo Zeballos es un expolicía que se convirtió en investigador académico. Ha analizado varios fenómenos del crimen organizado en América Latina para esclarecer las políticas más efectivas para enfrentarlo. Este investigador, de origen chileno y ahora asesor sénior de la Fundación Taeda, conversó con Expediente Público.

¿Qué transformaciones estructurales está observando en las dinámicas del crimen organizado, particularmente en América Latina, en la última década? 

Son varias. Yo creo que la principal o la más importante es que pequeños grupos que no tenían mucha proyección en las lógicas anteriores hoy día sí avanzan rápidamente por fenómenos que son esencialmente sociales.

Por ejemplo, las oleadas migratorias han potenciado a varias estructuras criminales, también la diversificación de mercados ilícitos, el cambio de rutas de algunas de las drogas tradicionales también ha generado alianzas.  

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Redes criminales se adaptan y fortalecen 

La mayor transformación es que existe un ecosistema de crimen organizado en una atmósfera criminal hiperconectada, donde incluso grupos de delincuencia común, delincuencia local, pueden conversar directamente con grandes grupos que requieren esos servicios para alguna de sus actividades. Es un ambiente, además, transfronterizo. 

Después de la pandemia, me atrevería a pensar que la retracción del Estado ha sido un componente común en América Latina.

Esa retracción del Estado significa que hay territorios ingobernados, pero lo que ha sucedido es que existe un gobierno, una capacidad de gobernanza que no es formal, que no es estatal, que en muchos casos proviene del crimen organizado.

La ausencia permanente del Estado en esos mismos lugares ha hecho que las comunidades que ahí habitan vean en ese Estado paralelo, en ese Estado criminal de gobernanza, el verdadero y el único Estado que conocen.

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Operadores transfronterizos del crimen 

¿Es una estructura definida con líderes y operadores? 

No necesariamente. Hay muchas formas de cómo las estructuras se pueden organizar.  

Los modelos que más nos llaman la atención son los de Ecuador o Venezuela, con el Tren de Aragua. Son complejos criminales que tienen una identidad común, propiciada por el potenciamiento de una marca, pero no necesariamente hace que sean miembros de la misma marca.  

O sea, puede haber franquicias, usurpadores de marca, personas que deciden ahorrarse 10 años de evolución criminal y dicen “mira, ahora somos Tren de Aragua”, porque ya hay un prestigio ganado, entre comillas, prestigio criminal instaurado. 

Un componente muy importante en esto es que, como nunca, hemos observado que la violencia se ha convertido en una herramienta de poder simbólico, en un mensaje criminal.  

Lo hemos definido como una semiótica del crimen. Yo tengo que ser violento para poder demostrar quién soy. El problema es que se genera un efecto imitativo, como Darwin, y solo sobreviven aquellos que toman ese modelo exitoso y lo empiezan a potenciar de una forma más brutal. ¿Dónde hemos visto eso? Por ejemplo, en México, en Centroamérica. Pero ahora empezamos a verlos hacia el sur. Y eso es algo bastante preocupante.

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Mafias gestoras de capital sucio 

¿Qué patrones pudieron identificar en cuanto al modus operandi de las organizaciones criminales? 

Yo creo que ahí está la trampa. El crimen organizado no es solo violencia, es un modelo económico. Si pudiéramos definir qué componentes tiene el crimen organizado, yo apuntaría tres prioritarios. 

Primero, tiene que haber una economía ilícita, o sea, una economía no formal que genere ganancias, muchas ganancias. Segundo, tiene que haber estructuras capaces de explotar esa economía ilícita en el tiempo, como la minería, el narcotráfico, la migración.  

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Y el tercer componente, a mi juicio el menos estudiado, y quizás el único donde los Estados y la sociedad civil pueden hacer algo, son las condiciones sociales potenciadas por la economía ilícita o las estructuras criminales.

El componente educacional nunca fue considerado. Hoy entendemos es que si el crimen organizado es un modelo económico que pretende proyectarse en el tiempo, debe reclutar muy rápidamente a niños y adolescentes.  

Es preocupante que, en nuestros países, en Latinoamérica, incluso en Estados Unidos, no entendamos que la educación para la legalidad, los incentivos para evitar que los niños ingresen al crimen organizado, es tan importante como aumentar la dotación policial, mejorar las cárceles o poner soldados al refugio de estos. 

Porque hoy día nos enfrentamos a un problema que no habíamos visto antes: no hay que reclutar niños, los niños quieren ingresar a las estructuras criminales en busca de identidad, sentido de pertenencia, en un mundo muy marginalizado. 

Capas del crimen organizado 

¿Qué actores emergentes, locales, regionales o transnacionales, están cobrando protagonismo en cuanto al crimen organizado en la región? 

Tenemos que entender que el crimen organizado es un problema social. No es un problema ni del gobierno de turno ni del Estado.  

Es un problema de todos nosotros. La criminalidad organizada es como una atmósfera. La atmósfera terrestre tiene varias capas, algunas más estables, otras más inestables.  

La atmósfera criminal también tiene las mismas capas.  En la parte inestable de la atmósfera está la violencia de ciertas organizaciones criminales que funcionan o son funcionales a otras.  

Pero muy arriba, en las capas de la atmósfera más invisibles pero muy estables, están los grandes consorcios criminales que parecen regular todo el mundo criminal: determinando precios, fijando montos, determinando rutas.  

Para ellos, la violencia no es tan importante porque pueden licitarla. Entonces, yo creo que lo que tenemos que hacer es entender esta atmósfera del crimen organizado en sus diferentes capas, para saber dónde debemos golpear. Los recursos para luchar contra el crimen organizado son escasos y no podemos desperdiciarlos, al igual que el tiempo. 

“No hay soluciones mágicas” 

La lucha contra el crimen organizado es una lucha de todos, una lucha de comprensión social. No hay soluciones mágicas, porque lo que está en juego hoy día en América Latina son las soluciones que ofrecen más autoritarismo, que ofrecen menos Estado de derecho, y por lo tanto ofrecen menos democracia.  

Al final del día, la democracia es la única, aunque imperfecta, pero la mejor forma de entendimiento social porque todos tienen derecho a las voces. 

¿Cómo está cambiando esta relación entre las comunidades locales y los grupos criminales en los territorios? 

Eso es una pregunta escalofriante. Hace mucho tiempo hablábamos de espacios sin ley o territorios sin control. Y en realidad tenemos que replantear ese concepto.  

La gobernanza narco vs. Estado 

Todo territorio tiene control y todo territorio tiene una ley, pero probablemente no es la ley formal, no es la ley conocida del país. Es la ley que alguien instauró. Después de la pandemia, se generó un proceso de retracción generalizada del Estado y muchos lugares que tenían poca presencia del Estado. 

En muchos de esos territorios, el primero que reaccionó a esta ausencia del Estado fue el narco, que llegó con alimentos, medicamentos, etc. Y esa relación que antes tenía la sociedad de rechazo hacia la actividad criminal en su barrio, empezó a ser una de aceptación normal.  

Tenemos este problema mucho más grave, que esas zonas controladas por el crimen organizado son aceptadas socialmente.  

Tenemos que revertir eso. Tenemos que avanzar hacia Estados más sólidos, hacia Estados más solidarios, a entender que las personas más necesitadas son las primeras víctimas del crimen organizado, pero también son los primeros que empiezan a aceptar las dinámicas del crimen organizado.  

Y ese es el desafío que tenemos en toda la región.